La patología de los juegos de azar
¿Cómo se llega a ser un jugador patológico?
De forma natural, todo el mundo busca alcanzar satisfacciones en su vida. Por esto, “cualquier conducta normal placentera tiende a repetirse”, tal como explica el psicólogo donostiarra Enrique Echeburúa. Pero cabe advertir que, si esa conducta se extrema hasta convertirse en un comportamiento adictivo, tendríamos un problema al pretender recompensas inmediatas; algo que es visible entre no pocos políticos. Una ansiedad insaciable, nunca satisfecha y siempre frustrante, que se produce con el juego compulsivo. Hay que destacar que la ludopatía es una forma de adicción sin droga.
En El juego patológico, un libro coordinado por los psicólogos Echeburúa, Becoña y Labrador, junto a la Fundación Gaudium, surge la pregunta de por qué se persiste en una actividad que produce importantes pérdidas, cuando lo razonable sería abandonar el juego.
¿Cómo se llega a ser un jugador patológico?
Más de medio millón de españoles tiene problemas con el juego, una adicción que no se considera específicamente en los Programas de Salud Mental. Por increíble y pernicioso que sea, si el juego online no se regula legal y eficazmente en nuestro país, estaremos a la merced de los voraces negociantes del juego. No tengo datos actualizados, pero hace unos años las máquinas tragaperras prevalecían con casi un 40 por ciento del sector del juego y tengo entendido que la mitad de los jugadores patológicos juegan cada día a esas máquinas.
“Todas las adicciones acaban por minar la vida de quienes las sufren y de todos los que les rodean”. Detrás de las cifras hay verdaderos y graves problemas personales y familiares que deberían importarnos y no dejarnos indiferentes. Hay que promover la conciencia de este problema social y educar en la responsabilidad de las conductas. Entre los factores de riesgo para hacerse adicto están una cohesión familiar débil, unas relaciones sociales pobres y disponer de recursos psicológicos defectuosos. La sensación de no servir para nada bueno y verse desbordado por las responsabilidades empuja también a instalarnos en zonas estresantes y vulnerables.
Se concluye en un afrontamiento de la realidad muy inadecuado para extraer lo mejor en cada caso y situación. El azar es visto, así, como un proceso autocorrectivo, los errores cognitivos abundan con el espejismo de tener control, hasta alcanzar incluso la megalomanía; sin embargo, por definición, los juegos de azar no son controlables ni predecibles.
Hay que destacar la resistencia generalizada a reconocerse como afectado por una adicción psicológica. Éstas extienden como plagas el autoengaño, la inseguridad y las carencias psicológicas y económicas, un negocio ruinoso.
Francisco Javier Labrador, catedrático de Modificación de la conducta en la Universidad Complutense de Madrid, destaca en el libro que estoy siguiendo aquí de referencia la atribución de cualidades humanas a la máquina. De modo que no pocos jugadores hablan con ella: “Hoy me parece que te gusto” o “tú, imbécil, ¿quieres darme ya un premio?”. Todo esto es esperpéntico y estúpido, pero es real y lamentable. Y, naturalmente, hay que combatirlo con ganas. La salud pública es un objetivo fundamental y produce una preocupación que de ningún modo debe soslayarse.
Internet ha abierto la puerta al desarrollo de un nuevo sistema social y hay que orientarlo (con energía y confianza, con saber y con ideas claras) en la dirección humanista de ciudadanos libres e iguales. No podemos vivir engañándonos sin advertir el poder destructor de los enemigos de la libertad, los cuales trabajan por disponer de ejércitos de esclavos a su beneficio.
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