El laberinto de la política catalana

Artículo de análisis y reflexión política

|
Catalunyapress palaugener29oct24
La fachada del Palau de la Generalitat. Foto: Europa Press

 

“Quítate que tiznas”, dicen que le dijo la sartén al cazo. Algo similar le podría decir Pedro Sánchez a Carles Puigdemont, ahora que se ha descolgado pidiendo al presidente que se someta a una cuestión de confianza porque “no es de fiar”. Miren ustedes por dónde. Y eso lo dice un personaje que proclamó una república de ocho segundos, que no tuvo narices de descolgar la bandera de España del Palau de la Generalitat, que dijo que si no ganaba las elecciones dejaría la primera línea política y no lo ha hecho, que también dijo que estaría presente en el debate de investidura y no estuvo, que cobra sueldo de diputado, pero no aparece por los plenos y pretende dirigir la política española desde su mansión de Waterloo. En fin, que voy a explicar que ustedes no sepan. 

Tras una reunión de la Comisión Ejecutiva de Junts celebrada el pasado 9 de diciembre en Waterloo (eso es lo más normal del mundo, celebrar reuniones de trabajo a miles de quilómetros del lugar donde se lleva a cabo la acción política y la entidad tiene su sede), compareció el expresident ante los medios de comunicación para poner de manifiesto su malestar por la tardanza, según él, en el traspaso de las competencias en inmigración a Cataluña, el uso del catalán en las instituciones europeas y de la ley de amnistía de la que no se beneficia por estar acusado de malversación, que es el argumento que utilizan los jueces para dejarlo al margen de la norma. 

Es posible que en el Gobierno central haya ciertas reticencias para llevar a cabo determinadas transferencias. Pero, en mi opinión, la realidad es más sencilla. Carles Puigdemont sabe que está colgado de una brocha y necesita marcar perfil propio. El procés, como arma política, ya es historia, el independentismo está bajo mínimos, Junts tiene una muy escasa representación institucional y su capacidad de influir en el Govern es inexistente, pero, sin embargo, por esas carambolas de la aritmética parlamentaria, sus siete votos son decisivos en el Congreso de los diputados. Esa es la cuestión.

Como el propio expresident manifestó, solicitar a la Cámara una moción de confianza es competencia exclusiva del presidente del Gobierno. Por lo tanto, si de verdad en Junts están tan preocupados por esos traspasos, hubiera sido mucho más operativo descolgar el teléfono de algún negociador del PSOE y hacerle una seria advertencia. Seguro que así se hubiese obtenido alguna contrapartida, pero, en ese caso, Puigdemont no hubiera tenido protagonismo y no habría salido en los telediarios, algo de lo que anda muy escaso desde su performance de agosto en Barcelona. 

La política catalana es un auténtico laberinto y lo que está detrás de esta sobreactuación, es la lucha cainita que mantienen Junts y ERC para ver quién es el partido hegemónico del independentismo catalán. Los republicanos han celebrado este fin de semana la segunda vuelta de su proceso electoral interno para escoger a la dirección del partido. Oriol Junqueras ha sido el ganador y, según parece, su ajustada victoria se debe, en buena parte, a las advertencias que lanzó durante la campaña de subir el listón de cumplimiento a los socialistas. Después de hacer un seguimiento de declaraciones y contradeclaraciones de los líderes republicanos, es fácil llegar a la conclusión que el voto para que Illa fuera investido president es una espina que llevan clavada y piensan que puede infectar su pureza nacional, y para evitar esa posible propagación hay que marcar distancias con el socialismo porque no son gente de fiar. Aunque visto lo visto, mejor harían los de Junqueras en poner la casa en orden y levantar las alfombras no vaya a ser que encuentren algún cadáver escondido y el mal olor les inunde la estancia. 

Tanto Junts como ERC necesitan marcar perfil propio y eso pasa por ver quién es más exigente con el Gobierno central y cuál de las dos formaciones se lo pone más difícil a Salvador Illa para gobernar en la Generalitat. Aunque los republicanos dieron un sí a la investidura de Illa, fue un sí crítico y coyuntural, cargado de noes. Al fin y al cabo, en su opinión, los del PSC son unos botiflers y no tienen pedigrí de catalanidad. 

Para el nacional-independentismo los socialistas siempre han sido unos advenedizos españolistas. Lo son tanto que no les ha importado incorporar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil al servicio de Emergencias y con esa maniobra han descatalanizado el 112. Por eso, desde ERC exigen que se revierta la integración o amenazan con no negociar los Presupuestos para 2025.  Están tan obcecados que han olvidado aquello de “no importa que el gato sea blanco o negro, lo que cuenta es que cace ratones”

Resulta muy difícil llegar a acuerdos fiables y solidos con formaciones políticas que tienen una visión tan primaria, simplista y cerrada como es el caso de Junts y ERC. Así pues, seamos conscientes de que tanto la legislatura nacional como la catalana penden de un hilo y cualquier día el carro se puede despeñar por el pedregal. Pero es lo que hay. Con estos mimbres solo se pueden hacer estos cestos.

Sin comentarios

Escribe tu comentario




He leído y acepto la política de privacidad

No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
AHORA EN LA PORTADA
ECONOMÍA