Final feliz
Artículo de opinión de Bernardo Fernández sobre la actualidad del FC Barcelona
Por una vez, y sin que sirva de precedente, los lectores me van a permitir que aparque las cuestiones políticas y sociales, que suelen constituir el núcleo duro de mis escritos, para que comente el culebrón económico-jurídico que nos ha brindado en las últimas semanas el F.C. Barcelona.
Cuando el pasado mes de agosto, el presidente del Barça, Joan Laporta firmó los contratos de Dani Olmo y Pau Víctor, se sabía que, para poder seguir jugando en 2025, deberían ser inscritos, en La Liga, de forma definitiva, como muy tarde el 31 de diciembre. Dada la delicada situación financiera del club, la opción más viable era vender los ingresos futuros de unas 200 localidades de los palcos más VIP del nuevo Camp Nou Spotify. Y eso equivalía a un escrupuloso proceso de presentación de documentos en La Liga: los contratos firmados de la operación, una auditoría que confirmara las valoraciones y los correspondientes comprobantes de ingresos como prueba de que la transacción se había ejecutado.
En La Liga hace tiempo que se sienten ninguneados por los dirigentes blaugrana, entre otras cosas, por el affaire que con el Barça Studios montaron, simulando una venta que resultó falsa para ampliar su margen de inscripciones. De ahí que, al faltar el último día del año pasado las correspondientes acreditaciones conforme se había hecho la venta y recibido el dinero, se negaron a tramitar las inscripciones.
Ante la negativa de La Liga y la Federación de fútbol de inscribir a los dos jugadores, el F.C. Barcelona presentó, ante el Consejo Superior de Deportes, un recurso para que se suspendiera de forma cautelar la resolución de La Liga y ha así ha sido: El Consejo estima el recurso del F.C. Barcelona y devuelve las inscripciones a Dani Olmo y Pau Víctor. Por consiguiente, los futbolistas vuelven a tener licencia con carácter provisional, hasta que se resuelva el fondo del asunto, aunque La liga y algunos clubs ya han anunciado que acudirán a la justicia ordinaria para impugnar esa decisión.
Esta vez, de momento, el culebrón ha tenido un final feliz, pero no siempre es así. Por eso, me permito sugerir a los socios culés que no se dejen embaucar por cantos de sirena. Porque Joan Laporta es un ilusionista al que le gusta sacar conejos de la chistera, pero eso casa mal con la realidad cuando se está al frente de una entidad en la que hay que gestionar centenares de millones de euros cada año.
Hace tiempo que la gestión financiera del club inició una deriva errática difícil de explicar. Resulta que mientras nos decían que el Barça era más que un club, el mejor equipo del mundo y tenía la mejor plantilla, la entidad se sumergía en el proceloso mundo de los números rojos y la bancarrota era el islote más inmediato dónde la institución hubiese ido a recalar de haber sido una empresa con ánimo de lucro. Si se salvó de una quiebra necesaria fue por ser una institución con profundas raíces en Cataluña y un símbolo de hondo significado. No obstante, todo eso, no nos ha librado de asistir a una demostración bochornosa de falta de capacidad, previsión y rigor en la gestión por parte de su actual presidente: Joan Laporta.
Dice el refrán que “segundas partes nunca fueron buenas”, algo de verdad debe haber en esa afirmación porque justo es reconocer que en el primer mandato de Joan Laporta, como presidente del F.C. Barcelona, aunque las finanzas no fueron el capítulo más brillante, si tuvimos el mejor Barça de la historia. Un equipo de fútbol que enamoraba e invitaba a soñar.
Sin embargo, desde que Laporta se hizo cargo del club, por segunda vez, en marzo de 2021, su actuación al frente de la institución ha sido caótica y perturbadora. Es cierto que el anterior presidente, Josep María Bartomeu, dejó al club desnortado y en la UCI financiera —algo que no se ha investigado lo suficiente y por lo que nadie ha asumido responsabilidades—, pero en los ya tres años que Joan Laporta lleva al frente la entidad no está claro que la situación haya mejorado y todo indica que, con sus famosas palancas, está hipotecando el futuro del club.
Este segundo mandato está jalonado de asuntos, tan poco brillantes, como la marcha de Messi, los incumplimientos reiterados de los plazos en las obras del Camp Nou, el sueño de la súper liga que se ha evaporado sin dejar rastro, la defenestración de Xavi como entrenador, el bochornoso vodevil del jugador de básquet, Heurtel y una veintena de ejecutivos han abandonado el proyecto, mientras que los intermediarios y comisionistas han ganado peso específico a la sombra del organigrama del club.
La situación del club es delicada, se ha puesto el prestigio de la entidad a los pies de los caballos, mientras que el desbarajuste en la dirección es notorio. Con este panorama de fondo, se debería afrontar la situación con humildad y realismo, pero para eso se hay que proceder con sentido común. Sin embargo, eso es una quimera porque Joan Laporta entró en el palco de autoridades del estadio Jawhara, donde se disputó la semifinal de la Supercopa entre el Athletic y el Barça, haciendo butifarras, dando golpes y gritando “hijos de puta” “cobardes” y “sin vergüenzas”, y no se le pueden pedir peras al olmo.
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