El espectro luminoso de un escritor
Un libro reciente me ha impresionado al expresar con radical decoro e intensa autenticidad el dolor por una pérdida irreparable
La lectura de preciosos escritos produce luminosidad y cálida compañía. Quevedo llegó a hablar del gusto de vivir en conversación con autores difuntos, escuchándolos con los ojos. Resulta apasionante buscar a los mejores, para aprovechar su sabiduría y su talento.
En una de las poesías de sus memorables Campos de Castilla, Antonio Machado exclamó: “Vive, esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la tierra!”. Topamos aquí de bruces con la muerte y su misterio. La muerte, que nos hace a todos iguales, puede venir por una catástrofe natural, un accidente, un asesinato o una enfermedad (o un conjunto de ellas). Pero, cuando se nos muere un ser de veras querido, algo se desgarra siempre en nuestro interior.
Un libro reciente me ha impresionado al expresar con radical decoro e intensa autenticidad el dolor por una pérdida irreparable. Su autora es economista y, propiamente, no es escritora, aunque escribe muy bien. Hace veinticinco años se le concedió la distinción de Dama Comendadora de la Orden de la Estrella de Redonda, no en vano era la excelente encargada de todas las ediciones de los 43 libros del fabuloso Reino de Redonda. Tras la muerte de su marido, Javier Marías, ha asumido la responsabilidad de clausurar ese maravilloso proyecto editorial, cuajado de generosidad y desinterés económico (naturalmente, deficitario).
Después de publicar Cordero negro y halcón gris, de Rebecca West: los últimos volúmenes programados en vida del editor, Carme López Mercader ha cerrado este singular elenco de obras literarias escribiendo Duelo sin brújula, donde rinde un emotivo homenaje a su marido y compañero del alma y manifiesta el vacío que su pérdida le ha ocasionado. Desde fuera, el sufrimiento ajeno suele verse de forma superficial y es atendido con frases hechas, en lugar de brindar un silencio cercano y respetuoso a las ‘víctimas’ de esos fallecimientos.
En el caso de los famosos, es automática la irrupción de buitres ansiosos de escarbar en sus detalles más íntimos para airearlos. Esta malsana curiosidad está reñida con la condición personal de los seres humanos, a quienes se ve como a seres de plástico de usar y tirar; por supuesto, la información que venden no añade nada relevante al posible valor de su obra. Carme López testimonia que la intimidad existe y “para nosotros (ella y Javier Marías) era sagrada”. Asimismo, siguiendo la voluntad del escritor, ha desestimado convertir su casa en un museo; y ha repartido su biblioteca, no pocos disfrutarán de un retazo de ilusión al poder tener alguno de los libros que Javier Marías compró, leyó y tuvo entre sus manos.
En estas páginas se narra una infinita desolación por una devastadora pérdida. La dificultad de concentrarse, el desconcierto por hallarse en una vulnerabilidad extrema. Tras una severa conmoción, el dolor y un desconsuelo feroz impiden oír, hablar, ver o pensar con serenidad y calma. Una vida reducida a la de un semicadáver, llena de obligaciones que nos superan, en la certeza de que ya no se tendrá un futuro juntos, que tu mundo sin quien has compartido todo va a ser nada, lo que transforma a los dolientes en ‘gente difícil y rara’ y deseosa de que les dejen en paz; rechazando fingir o seguir un guión convencional. El duelo, apunta Carme López, implica el silencio del doliente y aprender a vivir con la ausencia: “Presentes o no, los muertos permanecen en el más absoluto silencio”, y nos dejan solos en un desierto, sin mapa ni brújula. Más aún cuando han sido personas alegres, bondadosas y risueñas, con facetas melancólicas y tiernas, con sentido del humor (básico en la convivencia y en toda buena relación). ¿Qué queda entonces por hacer?
Para sobrevivir hay que recuperar la fría razón y fortalecer las defensas mentales, y esto a veces exige un gran esfuerzo. Hay que contar, nos dice la autora, con lo que todavía no sabemos interpretar. Si bien, al final, todo rebrota, se recupera y avanza. Ella ya lo está intentando con valentía, y un renovado y sólido mirar bello y amoroso impregnará toda añoranza y envolverá el imborrable dolor.
En su travesía anímica y emocional, Garcilaso de la Vega afirmó en un soneto: “siento el dolor menguarme poco a poco”; pero nos toca proseguir hacia adelante. El término autor procede del latín ‘augere’ e implica aumentar nuestra realidad. La lectura de los libros de Javier Marías es un tesoro para ello. Nos sitúa ante un espejo de lo que percibimos y no queremos mirar, ante los dilemas que nos aguardan al vernos forzados a tomar decisiones. Como sabía el gran escritor español de nuestro siglo: “basta con que alguien salga por una puerta y desaparezca para que su imagen empiece a difuminarse”. Esto nos aguarda a todos, sin distinción, de modo que: “Seré quien no soy, seré ficticio, seré un espectro que va y viene y se aleja y vuelve”.
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