El desafío americano
En pocos días, los dirigentes europeos se han visto empujados a rendirse ante la evidencia: la política de la nueva administración americana, brutalmente formulada, se resume en una exigencia imperial de vasallaje hacia sus históricos aliados
Los países de la UE se ven confrontados a una clara voluntad de dinamitar el proceso de integración europea y de socavar la democracia liberal. Desde Múnich, el vicepresidente J.D.Vance se permite ensalzar a la extrema derecha a una semana de las elecciones legislativas en Alemania. El comisionado para Ucrania anuncia que Europa no estará en las negociaciones de paz entre Estados Unidos y Rusia… Y antes de empezarlas, Trump concede a Putin la legitimidad de lo que ha conquistado por la fuerza. Estados Unidos quiere volcar sus energías en el Pacífico. El gran rival es China y acaso se pretenda debilitar su entente con Rusia congraciándose con Putin a costa de Ucrania. El proyecto europeo se ve así atacado desde Moscú y desde Washington.
La amenaza que se cierne sobre Europa es, literalmente, existencial. ¿Sabrá reaccionar activando su unión política y manteniéndose firme ante el chantaje? Está por ver. Esa es, sin embargo, la gran apuesta democrática y progresista. La lucha se librará en el seno de todos los Estados miembros. La desazón de las clases medias hincha las velas de la extrema derecha y arrastra hacia ese polo a buena parte de las fuerzas conservadoras. La socialdemocracia, por su parte, no está en su mejor momento, necesitada aquí y allá de un rearme político y de un nuevo horizonte esperanzador para las mayorías sociales. En Alemania acusa un severo desgaste, en Francia aún no ha recuperado su espacio… y en Gran Bretaña, donde detenta el poder, el Labour aún duda sobre la posibilidad de esquivar las iras de Trump o de contener el avance de la ultraderecha endureciendo el discurso sobre la inmigración.
Pero ese es el espacio central desde el que habrá que articular una alternativa a la oleada reaccionaria. No bastará con posicionarse en modo defensivo. Y hay que decir que, a pesar de las dificultades y de los negros nubarrones que se acumulan en el horizonte, levantar una alternativa de progreso no constituye en absoluto una quimera. Nada garantiza una victoria, que dependerá de la lucha. Pero hay fundamentos objetivos que la sitúan en el ámbito de lo posible. Así lo sugiere Thomas Piketty en su columna de este fin de semana, publicada en “Le Monde”, donde pone de relieve la debilidad estructural del neo-imperialismo de Trump, debilidad que constituye la razón profunda de su agresividad desmedida. Un proverbio alemán dice que “del viejo león tan solo hay que temer el mal aliento”. Este, desde luego, aún puede propinar temibles zarpazos. Ningún imperio abandona pacíficamente la escena de la historia. El sacrificio de Palestina podría dar fe de ello, si nada impide una limpieza étnica que ha sido anunciada ante la mirada atónita del mundo como una reparcelación urbanística.
Frente a la brutalidad y la regresión antisocial, antidemocrática y antiecológica, hay otro camino. Lo que no hay es tiempo que perder.
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