Ha muerto Francisco, el Papa de los pobres
Este lunes de Pascua, el Papa Francisco fallecía. Lo hacía en silencio y habiéndose despedido de sus fieles, la gente que tanto amaba y defendía. La muerte, aunque esperada por su estado de salud, ha cogido a todos por sorpresa, porque el Domingo de Resurrección aparecía en el balcón de la Santa Sede para dirigirse a las personas que llenaban la Plaza de San Pedro para escucharlo.
Este lunes de Pascua, el Papa Francisco fallecía. Lo hacía en silencio y habiéndose despedido de sus fieles, la gente que tanto amaba y defendía. La muerte, aunque esperada por su estado de salud, ha cogido a todos por sorpresa, porque el Domingo de Resurrección aparecía en el balcón de la Santa Sede para dirigirse a las personas que llenaban la Plaza de San Pedro para escucharlo. Con voz débil, pero con el carisma que siempre ha tenido y con esa fuerza que le caracterizaba, montado en el Papamóvil hacia su último recorrido en vida por la plaza, saludaba a los presentes que con alegría disfrutaban del momento que nunca más volverá a repetirse. Visto lo sucedido, lo que se desprende del gesto del Papa Francisco fue un acto de despedida, su adiós a los fieles representados por los presentes allí.
La muerte del Papa Francisco ha sido un duro golpe para los católicos y para los que, no siendo creyentes, lo admiraban por su reforma en el seno de la institución y su valor a la hora de acometer cambios profundos que seguirán ahí sin que puedan ser cambiados.
La Iglesia necesitaba urgentemente una transformación profunda sin levantar demasiadas ampollas, cosa imposible. El sector más conservador de la Iglesia se había afianzado y controlaba los entresijos de poder del Vaticano, queriendo vivir en el pasado. Una actitud nada ajustada a la realidad y alejada de su misión como Iglesia. Abrir las ventanas del Vaticano, dejar pasar el aire fresco que descontaminara el interior. Reformar la Curia Romana (conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia católica) fue uno de los primeros objetivos a los que dedicó sus primeros esfuerzos el recién elegido Papa Francisco. Había que desmontar una estructura arcaica de más de 430 años, lo que significaba un esfuerzo arduo, con mucha resistencia por parte de quienes hasta la fecha la controlaban de manera poco transparente y alejada de las personas y de la función propia: “iglesia, de las personas”.
Creó una nueva estructura eclesiástica y dio más poder a la comisión que investigaba, por primera vez en la historia, los casos de abusos sexuales en la Iglesia.
El Papa Francisco ha sido un pastor de la Iglesia muy especial. Ha marcado su etapa y ha conseguido, con esa humanidad y cercanía que derrochaba, muchas cosas que hasta entonces parecían imposibles de mover: acometer sin miedo el lastre de los casos de pedofilia. Pese a que en su día manifestó que “las uniones entre parejas del mismo sexo no pueden equipararse al matrimonio”, el Papa pidió respeto por las personas homosexuales. Un gesto que nunca antes había hecho la Iglesia. Autorizó a los sacerdotes a absolver a las mujeres que abortasen. Suprimió la excomunión de los divorciados que se vuelven a casar.
Son tantas las cosas que ha modificado y otras por las que se ha interesado: transparencia financiera, su apuesta por la ecología, la economía solidaria y la lucha contra los abusos. Su visita a los países pobres, o aquellos donde los católicos están en minoría. Su acercamiento a otras religiones. Sus críticas a diferentes líderes mundiales han demostrado que su papado ha marcado un cambio muy importante también en la forma en que la Iglesia se acerca a los fieles: mediante el diálogo y la apertura. Los cambios de cardenales que ha venido realizando durante su mandato, no sin problemas y posibles “golpes” de estado internos, parecían hacer pensar que no llegaría a terminar esos cambios. Lo cierto es que, con la muerte de un hombre sencillo, cercano y solidario, la continuidad de su legado parece estar garantizada.
Cuando dentro de 15 días se reúna el Colegio Cardenalicio (máximos responsables de la Iglesia Católica), formado por cardenales nombrados directamente por el Papa, todo parece indicar, salvo sorpresas, que el legado del Papa Francisco podrá tener continuidad en su sucesor.
Decía el Papa Francisco: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre… y para los pobres”. Se enfrentó a Trump y dijo esta frase que tanto molestó al presidente de EE. UU.: “Una persona que piensa en construir muros y no en construir puentes, no es un cristiano”.
El mundo llora la muerte de un Papa que ha dejado una profunda huella difícil de borrar.
Carmen P. Flores
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