Podemos se lanza al abismo del espectáculo: acusa al Gobierno de “colaborar con un genocidio”

La formación morada vuelve a usar el insulto y la exageración como bandera, alejada de la realidad y del interés ciudadano

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Ione Belarra - EP

 

Podemos ha vuelto a cruzar una línea más en su obsesión por el protagonismo y los titulares escandalosos. En un nuevo episodio de declaraciones incendiarias, su secretaria general, Ione Belarra, ha calificado al Gobierno del PSOE y Sumar como un “Gobierno de la guerra” y ha llegado a acusarlo de ser “colaborador del genocidio” en Gaza por comprar munición a empresas israelíes. Una vez más, el partido morado recurre al insulto fácil y a la desinformación como estrategia para seguir existiendo en el escenario político.

En lugar de ejercer una oposición responsable o proponer soluciones reales, Podemos ha optado por abrazar la teatralidad y el lenguaje del odio, replicando el estilo más extremo y populista, digno del espectáculo que critican. Comparaciones ofensivas como “Estado sionazi” y afirmaciones sin pruebas como que el puerto de Algeciras es “centro neurálgico del genocidio” demuestran hasta qué punto han abandonado cualquier vínculo con la realidad política y social del país.

La hipocresía con la que actúan es preocupante. Acusan de engañar, manipular y traicionar a la ciudadanía mientras ellos mismos lanzan afirmaciones desproporcionadas que no resisten el más mínimo análisis serio. Lo que buscan no es justicia, ni paz, ni responsabilidad institucional, sino titulares, retuits y crispación.

Ione Belarra, en un tono claramente beligerante, ha acusado al Gobierno de “tomar por idiota” al pueblo español, asegurando que se ha cruzado “el límite de la hipocresía” y advirtiendo que estamos ante “el principio del fin”. Pero lo que realmente está tocando fondo es su discurso, cada vez más desconectado de las preocupaciones reales de la ciudadanía: empleo, vivienda, sanidad, educación y seguridad.

Mientras el país necesita estabilidad, diálogo y responsabilidad, Podemos insiste en convertir cada micrófono en un púlpito desde el cual lanzar soflamas radicales. Lejos de actuar como un partido de Estado, se comportan como un grupo de agitadores profesionales, incapaces de construir, pero expertos en incendiar.

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