Alvise Pérez en el ojo del huracán: Acusaciones de corrupción y traición sacuden su liderazgo
Lo que empezó como un proyecto rompedor en las elecciones europeas de 2024 ha terminado en una guerra interna abierta. Luis "Alvise" Pérez, líder de Se Acabó la Fiesta (SALF), ha cargado duramente contra sus propios eurodiputados, Diego Solier y Nora Junco, insinuando que podrían haber sucumbido a la influencia de lobbies armamentísticos tras votar de forma diferente a sus directrices.
La formación política Se Acabó la Fiesta (SALF), que logró irrumpir en el Parlamento Europeo en junio de 2024 con más de 800.000 votos, atraviesa su peor crisis apenas un año después. Su fundador y líder, Luis "Alvise" Pérez, ha acusado públicamente a sus dos eurodiputados, Diego Solier y Nora Junco, de haberse apartado de las posiciones originales del partido y de haber sucumbido, supuestamente, a la influencia de lobbies armamentísticos.
Durante un evento público reciente, Alvise insinuó que ambos habrían aceptado favores a cambio de cambiar su voto en plenos cruciales, sugiriendo incluso la existencia de entregas de dinero. Según su relato, Solier y Junco habrían apoyado el rearme europeo, una línea roja para SALF. "Cabe perfectamente un millón de euros en un maletín", deslizó Alvise ante su audiencia.
Sin embargo, la realidad parlamentaria es más matizada: en las votaciones clave, Solier y Junco se abstuvieron junto a la mayoría de su grupo en la Eurocámara, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), lo que desmiente la afirmación de que votaran directamente a favor del rearme.
El distanciamiento: de la colaboración a la hostilidad
La ruptura entre Alvise y sus compañeros de partido no ha sido repentina. Desde finales de 2024, Solier y Junco comenzaron a integrarse de manera activa en el grupo ECR, distanciándose progresivamente de las directrices de su líder. Alvise, que no fue admitido en el grupo debido a sus problemas judiciales, quedó aislado mientras los otros dos eurodiputados consolidaban su pertenencia al bloque conservador.
La situación se tensó hasta el punto de que, en las sesiones parlamentarias, Solier y Junco cambiaron de bancada, separándose físicamente de Alvise, en un gesto cargado de simbolismo.
Escalada en redes sociales: seguidores contra sus excompañeros
Tras estallar el conflicto, Alvise utilizó sus canales en Telegram e Instagram para señalar directamente a Solier y Junco. Sus seguidores, denominados "ardillas", comenzaron a hostigar a los eurodiputados, exigiendo que devolvieran sus actas. Los ataques se multiplicaron: insultos, acusaciones de traición y amenazas constantes llevaron a Solier a cerrar su cuenta en Instagram. Junco, que mantiene su perfil activo, también ha sido objeto de críticas feroces.
La presión digital no ha hecho sino profundizar la brecha, a pesar de los intentos de ambos eurodiputados de aclarar su actuación. Junco, por ejemplo, tuvo que explicar públicamente su presencia en una misión oficial de observación electoral en Ecuador, después de que se difundiera una fotografía suya junto a miembros del Partido Popular.
Una estrategia política basada en el ataque
Las acusaciones de Alvise contra sus excompañeros no son un hecho aislado dentro de su trayectoria política. Desde su irrupción, su estrategia ha girado en torno a la confrontación directa, el señalamiento en redes y la difusión de mensajes que rozan, en ocasiones, la desinformación.
Ahora, este mismo método ha sido empleado contra su propio equipo, con el objetivo de forzar su dimisión y permitir que corra la lista electoral, incorporando a nuevos eurodiputados más afines.
Los problemas judiciales como telón de fondo
El conflicto interno estalla en un momento crítico para el líder de SALF. El Tribunal Supremo investiga a Alvise por presuntos delitos de financiación ilegal de partidos, estafa, blanqueo de capitales y falsedad documental. La investigación se centra, entre otros aspectos, en la recepción de 100.000 euros en efectivo por parte de un empresario relacionado con criptomonedas, sin justificar ni declarar esos fondos.
Este escándalo ha erosionado su capital político. Desde entonces, Alvise ha perdido decenas de miles de seguidores en redes sociales, y las proyecciones electorales han reducido sus expectativas a la mínima expresión. Mientras en sus mejores momentos soñaba con tener un papel clave en un futuro Congreso de los Diputados, ahora las encuestas le sitúan fuera del hemiciclo o, en el mejor de los casos, con un escaño testimonial.
Promesas incumplidas y pérdida de credibilidad
Más allá de los conflictos internos, la figura de Alvise arrastra otras polémicas. Muchas de las promesas que realizó durante su campaña electoral —como la publicación de audios comprometidos contra la "élite corrupta" o la donación íntegra de su salario como eurodiputado— no se han materializado. Tampoco hay constancia de que los fondos recaudados para ayudas solidarias hayan sido efectivamente entregados.
En cuanto a la confección de las listas electorales, que debía basarse en la meritocracia y la transparencia, se han descubierto conexiones personales y profesionales que empañan esa imagen. Especialmente llamativo fue el caso de Nora Junco, vinculada a círculos cercanos a una ex pareja de Alvise, y con nexos dentro del sector inmobiliario que también alcanzaban a otros miembros de la lista.
De alternativa antisistema a crisis interna
La paradoja de Se Acabó la Fiesta es evidente. La plataforma que se presentó como una respuesta contra la corrupción, la manipulación mediática y la política tradicional se enfrenta ahora a su propio colapso interno, derivado de prácticas y dinámicas que se parecen demasiado a las de los partidos que pretendía combatir.
Con la legislatura europea apenas iniciada, la influencia de Alvise en Bruselas es casi inexistente. La crisis abierta con sus eurodiputados, sumada a sus problemas legales y al desencanto creciente entre sus bases, deja su futuro político más incierto que nunca.
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