Estrés y microbiota, de la mano: ¿cómo afectan al bienestar cerebral y físico de los más pequeños?

El estrés y la microbiota están estrechamente relacionados, y en los niños, esta conexión puede ser determinante para su desarrollo. La microbiota intestinal se forma durante el primer año de vida y se estabiliza alrededor de los cinco años. Durante este proceso, las moléculas que produce desempeñan un papel crucial en el desarrollo y la maduración del cerebro infantil, según destaca la doctora María Dolores De la Puerta, experta en microbiota intestinal, en su libro La microbiota estresada (HarperCollins).

En una entrevista con Infosalus, la doctora De la Puerta enfatiza que los niños también experimentan estrés, y esto puede afectar su microbiota, lo que a su vez impacta en su desarrollo. "Cuando nacemos, nuestro cerebro está inmaduro, y las moléculas producidas por la microbiota son esenciales para la maduración del sistema nervioso. Si la microbiota está alterada, este proceso puede verse comprometido", advierte la especialista.

Cómo influye la microbiota en el neurodesarrollo

En su libro, la doctora explica que la microbiota es clave para un desarrollo neurológico saludable. Las bacterias intestinales generan moléculas que contribuyen a procesos fundamentales como:

• El desarrollo de la sinapsis, que permite la comunicación entre las neuronas a través de la liberación de neurotransmisores.
• La mielinización de las neuronas, proceso mediante el cual la mielina envuelve los nervios y facilita la transmisión rápida y eficiente de los impulsos eléctricos.
• La diferenciación de la glía, el grupo de células que brindan soporte estructural y metabólico a las neuronas, tanto en el sistema nervioso central como en el periférico.

¿Cómo afecta en el sistema nervioso?

La doctora De la Puerta advierte que el estrés en los niños puede alterar la función y maduración del sistema nervioso al afectar las moléculas producidas por la microbiota. "El estrés infantil se manifiesta cuando los pequeños enfrentan situaciones que no pueden comprender ni controlar, lo que genera desequilibrios físicos y emocionales", señala.

Algunos signos de estrés en los niños incluyen:

• Mayor necesidad de apego a sus padres.
• Irritabilidad, mutismo o decaimiento.
• Alteraciones del sueño y la alimentación.
• Rabietas o pérdida de interés en el juego.
• Síntomas físicos como fatiga, boca seca, temblores, dolores de cabeza o de estómago, y mareos.

"Un niño triste, irritable, con dificultades para concentrarse o con trastornos del neurodesarrollo puede estar reflejando una alteración de su microbiota. De hecho, hay estudios que vinculan el TEA (Trastorno del Espectro Autista) y el TDA (Trastorno por Déficit de Atención) con desequilibrios en la microbiota intestinal y con procesos de neuroinflamación", agrega la especialista.

El estrés y sus efectos

La doctora subraya que la exposición al estrés y a un entorno adverso en la infancia puede afectar significativamente la salud mental y física. "Si no se identifica y gestiona adecuadamente, el estrés infantil puede contribuir hasta en un 45% al desarrollo de enfermedades mentales en la infancia y hasta en un 30% en la adultez", advierte.

El papel de la microbiota es esencial para afrontar el estrés, ya que un ecosistema intestinal equilibrado fortalece el eje intestino-cerebro y favorece la producción de neurotransmisores y ácidos grasos de cadena corta, los cuales ayudan a mitigar la respuesta inflamatoria al estrés.

Sin embargo, cuando el estrés se prolonga, el aumento sostenido de cortisol afecta la diversidad microbiana, debilitando bacterias estabilizadoras como el Lactobacillus y favoreciendo el crecimiento de microorganismos proinflamatorios. "El estrés crónico desestabiliza la microbiota y altera el equilibrio del organismo, afectando el desarrollo infantil", concluye la doctora De la Puerta.