Un nuevo estudio pone en duda la interpretación de los resultados obtenidos de la Voyager 2

La nave espacial Voyager 2 realizó uno de los hitos más importantes de la exploración espacial: el primer y único acercamiento de una nave a Urano, el planeta más misterioso del sistema solar exterior

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Imagen de Urano captada por la Voyager 2
Un nuevo estudio pone en duda la interpretación de los resultados obtenidos de la Voyager 2 | Europa Press

 

En enero de 1986, la nave espacial Voyager 2 realizó uno de los hitos más importantes de la exploración espacial: el primer y único acercamiento de una nave a Urano, el planeta más misterioso del sistema solar exterior. Este sobrevuelo ofreció datos cruciales sobre la magnetosfera y las características de Urano, pero las conclusiones que se extrajeron en ese momento ahora se ven matizadas por un nuevo estudio que pone en duda la interpretación de los resultados obtenidos.

Durante su paso cerca de Urano, la Voyager 2 hizo una serie de descubrimientos inesperados. Uno de los hallazgos más notables fue la detección de un campo magnético inusual en el planeta. El campo era no solo intenso, sino también descentrado, lo que desconcertó a los científicos. Además, la magnetosfera de Urano, la región dominada por su campo magnético, parecía estar extremadamente vacía y comprimida, una configuración que se consideró anómala en comparación con la de otros planetas del sistema solar.

Recientemente, un estudio publicado en la revista Nature Astronomy, liderado por Jamie M. Jasinski del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, ha ofrecido una nueva hipótesis sobre estos resultados. Según los investigadores, los datos de la Voyager 2 fueron capturados en un momento excepcional, cuando la magnetosfera de Urano estaba en un estado comprimido debido a la alta presión del viento solar. El viento solar, compuesto por partículas cargadas expulsadas por el Sol, ejerce una presión sobre la magnetosfera, y cuando esta presión es especialmente alta, el campo magnético se comprime. Este fenómeno, que ocurre menos del 5% del tiempo, pudo haber influido en los datos que la Voyager 2 recogió.

Si la nave hubiera llegado en otro momento, cuando el viento solar era más débil, la magnetosfera de Urano habría mostrado una configuración completamente diferente. Se estima que en esas condiciones, el viento solar habría sido 20 veces menor, lo que habría resultado en una observación distinta del campo magnético y la estructura de la magnetosfera.

Uno de los aspectos más desconcertantes del sobrevuelo de la Voyager 2 fue la inclinación extrema del campo magnético de Urano. Este campo está inclinado casi 60 grados respecto al eje de rotación del planeta, una característica que lo diferencia radicalmente de los campos magnéticos de los demás planetas del sistema solar. Este fenómeno ha generado gran interés entre los científicos, quienes aún no logran comprender completamente la causa de esta inclinación inusual.

Otro hallazgo significativo de la misión fue la detección de cinturones de radiación intensos alrededor de Urano, compuestos por partículas de alta energía atrapadas por el campo magnético. Sin embargo, los científicos se sorprendieron al observar que la intensidad de estos cinturones no coincidía con la baja densidad de plasma que se esperaba, lo que planteó más preguntas sobre la naturaleza de la magnetosfera del planeta. El nuevo estudio sugiere que la compresión temporal del campo magnético pudo haber amplificado la intensidad de los cinturones de radiación, creando un fenómeno inusual durante el paso de la Voyager 2.

Las nuevas observaciones y el análisis propuesto por Jasinski y su equipo han puesto en duda algunas de las conclusiones extraídas del sobrevuelo de la Voyager 2. Debido a que la nave pasó cerca de Urano en un momento excepcional, los científicos han sugerido que una nueva misión a Urano, que observe el planeta bajo condiciones más típicas del viento solar, podría proporcionar una imagen más precisa de la magnetosfera y sus efectos.

Además, se ha subrayado el interés en estudiar más a fondo las lunas Titania y Oberón de Urano, que podrían albergar océanos subterráneos. Estos océanos potenciales han sido señalados como posibles lugares para la vida en el sistema solar exterior, lo que agrega un valor aún mayor a futuras exploraciones de Urano.

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