La energía nuclear en Catalunya, amenazada: ¿Cuánta vida le queda?

Tras considerarla una energía verde la Comisión Europea, la vicepresidenta Teresa Ribera pasó a apoyarla, la exconsellera Teresa Jordà le puso fecha de caducidad, y ahora Sílvia Paneque ofrece una respuesta ambigua

 

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Una central nuclear, en archivo. Foto: Europa Press

 

La energía nuclear ha sido y es un pilar fundamental en el suministro eléctrico de Catalunya, con las centrales de Ascó I, Ascó II y Vandellós II representando el 59% de la electricidad consumida en la región. Este peso energético se ha traducido en una gran contribución a la lucha contra el cambio climático, evitando la emisión de millones de toneladas de CO₂. Sin embargo, el sector está amenazado. A finales de 2023, el Gobierno central aprobó un plan que contempla el "cese de la operación de las centrales nucleares entre 2027 y 2035". ¿Se va a cumplir? ¿Se debería cumplir? ¿Se está trabajando en una transición? ¿Cuáles serán las alternativas?

 

¿Qué es la energía nuclear?

La energía nuclear es una fuente de energía que se genera a través de reacciones nucleares, en las cuales los núcleos de los átomos se dividen (fisión) o se combinan (fusión) para liberar una gran cantidad de energía. En la actualidad, la forma más común de energía nuclear utilizada para generar electricidad es la fisión nuclear, que ocurre principalmente en reactores nucleares. 

En este proceso, los átomos de uranio o plutonio se rompen al ser bombardeados con neutrones, liberando calor que se utiliza para calentar agua y producir vapor. Este vapor mueve las turbinas que generan electricidad. La energía nuclear es capaz de generar grandes cantidades de electricidad con una huella de carbono muy baja, lo que la hace atractiva como opción en la lucha contra el cambio climático. 

La primera central nuclear para generación de electricidad se puso en marcha en 1954 en Obninsk, Rusia, y en Catalunya, la energía nuclear comenzó a utilizarse en la década de 1980 con la inauguración de las primeras plantas, como la de Vandellós I. Desde entonces, la energía nuclear ha sido un pilar importante en la matriz energética catalana y mundial, aunque también ha sido objeto de controversia debido a los riesgos asociados, como los residuos radiactivos y la seguridad.

 

Movimiento antinuclear

Los movimientos contra la energía nuclear comenzaron a ganar fuerza en las décadas de 1960 y 1970, impulsados por el creciente temor a los riesgos de los accidentes nucleares y la preocupación medioambiental. Los eventos clave que fortalecieron esta oposición fueron el accidente de Three Mile Island en 1979, que evidenció los peligros de las plantas nucleares, y el desastre de Chernóbil en 1986, que causó una crisis sanitaria y ambiental de gran magnitud. Estos incidentes, junto con el auge de los movimientos ecologistas en defensa de fuentes de energía más limpias, llevaron a varios países, especialmente en Europa, a adoptar políticas antinucleares y moratorias en la construcción de nuevas plantas nucleares.

 

El cambio de postura de la Comisión Europea

Todo esto hasta 2022. Hace tres años, la Comisión Europea dio un giro significativo en su postura respecto a la energía nuclear, junto al gas, al decidir clasificarlos como fuentes de energía “verdes” dentro de su Taxonomía Verde. Este cambio se sustentó en la necesidad de una transición energética eficiente y sostenible, especialmente en un contexto de creciente inseguridad energética a raíz de la guerra en Ucrania. 

La Comisión defendió que tanto la energía nuclear como el gas pueden desempeñar un papel esencial en la transición hacia un sistema energético más limpio, al permitir la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los combustibles fósiles tradicionales. 

La decisión fue apoyada por países como Francia, que precisamente depende en gran medida de la energía nuclear para su electricidad, así como por Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y, en definitiva, por algunos partidos de centroderecha en Europa, que vieron en esta decisión una forma de reducir las emisiones de CO₂ a corto y medio plazo mientras se desarrollan fuentes renovables como la solar y la eólica, evitando así usar una fuente de energía. Pero también encontró la oposición de fuerzas progresistas y ecologistas que consideran que el gas y la nuclear no son verdaderamente sostenibles.

La decisión pasó por un proceso de aprobación en el cual los países miembros tuvieron la oportunidad de vetar la propuesta. Sin embargo, ninguno de ellos ejerció este derecho, lo que permitió que la propuesta avanzara. Aunque la Comisión Europea fue la que planteó la inclusión de la nuclear y el gas en la Taxonomía Verde, la decisión final dependió de los países miembros, quienes aprobaron la medida dentro del Consejo de la UE.

¿Había alguna base científica para sustentar el cambio de la Comisión Europea? Ésta justificó su decisión mediante informes técnicos que señalaron que la nuclear, al no emitir CO₂ durante su operación, y el gas, con tecnologías de captura de carbono, podrían ser necesarios para reducir las emisiones en el corto y medio plazo, mientras se desarrollan fuentes renovables como la solar y la eólica.

Tras el cambio de la Comisión Europea, la entonces vicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera, antinuclear, cambió de postura y pasó a apoyarla. Por su parte, Teresa Jordà, entonces consellera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, del Govern de ERC, anunció que eso no cambiaba nada, que se iba a cortar en 2027. Después de posponer esta fecha de caducidad a 2040, el nuevo Govern estableció a Sílvia Paneque como consellera de Transición Ecológica, quien recientemente ha hecho alusión a este tipo de energía.

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Sílvia Paneque, en archivo. Foto: Europa Press

La carta de la presidenta de Extremadura, la popular María Guardiola

La declaración de Paneque nace tras una carta de la presidenta de la comunidad de Extremadura, María Guardiola. La dirigente, perteneciente al Partido Popular, ha hecho un llamamiento reciente que pone el foco sobre el debate nuclear en España. En una carta dirigida al presidente catalán Salvador Illa, así como a otros líderes autonómicos, Guardiola instó a formar un frente común para pedir la continuidad de las centrales nucleares, argumentando que el cierre planificado por el Gobierno central afectará gravemente al empleo, el PIB y la soberanía energética de las regiones con plantas nucleares.

Guardiola destacó que la central de Almaraz, en Extremadura, es un ejemplo de excelencia y de desarrollo local, sosteniendo a más de 3.000 familias en su área de influencia. Pidió a Illa y a otros líderes que se unan a una manifestación el próximo 18 de enero para reivindicar la importancia de estas instalaciones. Sin embargo, el Govern de Catalunya ha rechazado esta propuesta.

Paneque reafirmó que el compromiso del Govern es avanzar hacia un modelo energético basado exclusivamente en fuentes renovables. Paneque insistió en que Catalunya está “atrasada” en este aspecto y subrayó que el objetivo es alcanzar un 50% de producción renovable para 2030. Este posicionamiento refleja una postura clara hacia la descarbonización total, dejando poco espacio para la reconsideración del papel nuclear.

 

¿Se cumplirán los plazos del Gobierno?

Lejos de aclarar las cosas, la respuesta de Paneque no despejó la incógnita de la energía nuclear en Catalunya: ¿cuál es la alternativa? ¿De dónde provendrá el 59% de la energía de Catalunya que hoy en día proviene de la nuclear? 

El Gobierno central ha reafirmado, a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, su compromiso con el calendario de cierre entre los años 2027 y 2035. Recientemente, la nueva ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, reiteró que España mantiene su hoja de ruta para el cierre de las centrales nucleares hasta 2035. No obstante, presiones como la mencionada proveniente de Extremadura, y otras más que se han producido y que se podrían seguir produciendo, podrían hacer que el Gobierno reconsiderase las fechas, argumentando preocupaciones sobre la seguridad del suministro y el impacto económico.

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La ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen. Foto: Europa Press

La decisión de cumplir con el cierre planificado es objeto de debate. Por un lado, el cierre de las centrales nucleares está alineado con los objetivos de transición hacia energías renovables y la reducción de residuos radiactivos. Por otro lado, entidades como Foment del Treball advierten que sin la energía nuclear, Catalunya podría enfrentar riesgos en la seguridad del suministro eléctrico y un aumento en los precios de la electricidad.

¿Se está trabajando en una transición? Sí, se están realizando esfuerzos para facilitar la transición hacia fuentes de energía renovable. El PNIEC establece objetivos ambiciosos para incrementar la capacidad instalada de energías renovables, como la solar y la eólica. Sin embargo, Catalunya ha mostrado un progreso limitado en este aspecto. Informes señalan que la comunidad está "atrasada" en el desarrollo de energías renovables, lo que podría complicar la sustitución de la capacidad de generación nuclear en los plazos previstos.

Las principales alternativas propuestas incluyen el desarrollo masivo de energías renovables, especialmente solar y eólica. Para compensar el cierre de las nucleares en Cataluña, se estima que se necesitarían alrededor de 18.450 MW de potencia instalada de paneles solares, lo que implicaría multiplicar significativamente las instalaciones actuales. Además, se considera la implementación de tecnologías de almacenamiento de energía y la mejora de la eficiencia energética para garantizar un suministro estable y sostenible.

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