Acababa de cumplir casi tres décadas en prisión por asesinato y pertenencia a organización criminal, entre otros delitos, y recién recuperada la libertad quedó prendado de un perro de peluche expuesto en una tienda de Valladolid que se llevó sin pasar por caja y que ahora se ha traducido en una nueva condena, en este caso de seis meses de cárcel.
La sentencia condenatoria recaída en L.M. la acaba de dictar el Juzgado de lo Penal 3 de Valladolid por delito de hurto, del art. 234,1 del CP, tras considerar acreditado que el 23 de septiembre de 2023, sobre las 10.55 horas, el citado individuo, acompañado por una tercera persona, adquirió diversas prendas de vestir en un céntrico establecimiento y, mientras el acompañante distraía a la dependienta, de la parte inferior de un estante tomó un sujetapuertas con forma de perro y decorado con la bandera británica, objeto que estaba a la venta por valor de 572 euros.
El propio condenado, de 57 años, reconoció en el juicio la autoría del hurto--su acción aparece recogida en el vídeo de seguridad del local-- pero se había mostrado disconforme con el valor del perrito, algo que el juzgador considera irrelevante por cuanto, como así advierte en su sentencia, ha quedado perfectamente probado que "se encaprichó de un objeto de decoración y no se molestó en verificar si excedía el precio del límite del delito leve o no, asumió la sustracción y ahora ha de asumir la condena".
Lo llamativo del caso es que en el análisis de lo acontecido no sale muy bien parada la propiedad del peluche en cuestión, cuyo valor acreditado por un perito judicial ha sido cifrado en 70 euros, ocho veces inferior a esos 572 que marcaba la etiqueta pegada en una de sus patas y que el propio juzgador viene a reprobar, aunque al mismo tiempo reconoce que la libre economía de mercado funciona de esta manera y da derecho al comerciante a fijar el precio que estime oportuno pues "los objetos no tienen el precio por lo que realmente valen sino por lo que se está dispuesto a pagar por ellos".
"Precio excesivo" del perrito
"Obviamente, el precio de venta al público es excesivo, no es una pieza única, no es una pieza de museo, está desgastada en su parte inferior por el tiempo de permanencia en la tienda y por tratarse de una pieza adquirida de segunda mano. Todo lo que se quiera decir, hasta si es moralmente aceptable pretender vender un producto a un precio ocho veces superior al precio medio de mercado de objetos similares como ha dicho el perito, pero es que todo esto termina resultando irrelevante una vez que se acredita que el precio de venta al público es el que es", viene a apuntar el juez en un gesto de resignación.
Pero además, el juzgador refiere también la "torpeza del autor, que fue la de no quitar, siquiera, la etiqueta pegada en una de las patas donde constaba el mismo precio, etiqueta que tenía las mismas señales de desgaste por el tiempo que el resto de las patas y que confirma una obviedad, a ese precio de venta prácticamente nadie va a pagar por un objeto que se puede comprar diez veces más barato y que permanece en la tienda desde hace una década".
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