Lo peor que puede pasar a un venezolano es ser pensionado y depender de su pensión para vivir. El problema es que el régimen chavista no paga ni a los que emigraron ni a los que se quedaron en el país, cuyas penurias empeoraron desde que impusieron el “paquetazo rojo” hace poco.
También conocido como el “madurazo”, que entró en vigencia el 20 de agosto, el plan puso como límite de pago del salario mínimo de 1.800 bolívares ( 30 dólares), igual para la pensión, a partir del 1º de septiembre, pero los pensionados no han podido cobrar su mesada porque ha sido fraccionada en tres porciones por falta de presupuesto.
Desde el 1º de septiembre los pensionados o “abuelos” están liderando una protesta nacional -son cuatro millones de personas- para cobrar completa la asignación. Ya han ganado una primera victoria por exigir que no les condicionaran el pago con el “carné de la patria”, pero siguen manifestándose.
El régimen les ofreció 450 de los 1.800 bolívares nuevos pero sólo ha pagado 190 en dos jornadas hasta ahora. También promete otros 900 bolívares para el viernes 14 y el resto para el 17 de septiembre. “Esto no lo aguanta nadie”, dice María Gómez, de 65 años.
María Gómez necesita el efectivo para comprar más barato a los “bachaqueros” que venden los productos básicos regulados en un 40% por debajo del precio de los supermercados. La abuela con dos nietos españoles está dispuesta a seguir protestando, madrugando y haciendo cola ante los bancos para recibir su pensión.
Con este “madurazo” la escasez de dinero para pagar a los pensionados y los empleados públicos ha mostrado el fracaso del mismo plan de Nicolás Maduro a pesar de que fue anunciado como la solución a la crisis. Ahora no hay billetes de los viejos ni de los nuevos con cinco ceros menos, mal llamados “soberanos”, y los venezolanos andan muy nerviosos y desesperados porque no hay dinero ni productos para comprar.
Existe una sequía total de dinero en efectivo. Las tarjetas electrónicas han sustituido a los billetes pero los abuelos prefieren tener en efectivo para ahorrar con los vendedores ambulantes.
Los abuelos han dado un ejemplo con sus manifestaciones para exigir sus derechos. Muchos de ellos mantienen con su pensión a familias enteras de hijos, nietos y sobrinos que se han quedado bajo su cuidado mientras los hijos mayores han tenido que huir para buscar mejores oportunidades de trabajo en otros países. Los pensionados son combativos y obstinados. Y no descansarán en su empeño de cobrar completo para sus medicinas y comida.
Muchos de los ancianos ya muestran los huesos traslúcidos bajo su piel. “Aquí estoy hasta que me muera. Toda una vida trabajando para venir ahora a mendigar por mis derechos”, decía uno de los manifestantes en la Plaza de la Moneda, situada frente al Banco Central de Venezuela. A final de cuenta no tenía mucho que perder. Por eso iba a protestar hasta lograr otra victoria para su vida.
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