Paco Mir (Tricicle) estrena “De mares i filles” en el Poliorama
Podrá decirse que es una obra menor, pero en teatro no las hay, sólo existen obras que entretienen o aburren y ésta es de las primeras.
No sería exacto decir que el Teatro Poliorama ha iniciado, con el comienzo de julio, una nueva etapa, porque sigue estando en las mismas manos que antes, la sociedad “Tres x tres” formada por Anexa, Tricicle y Dagoll Dagom. Pero sí acaso un período en el que todos los proyectos de esta alianza teatral habrán de proyectarse sobre el escenario de las Ramblas, habida cuenta que, tan y como ya se afirmó en estas mismas páginas, con junio finalizó la gestión que se ha venido realizando en otro coliseo, el teatro Victoria del Paralelo.
Sea o no casualidad, lo cierto es que este nuevo período lo ha iniciado uno de los componentes de la propia empresa: Paco Mir, miembro de Tricicle, autor de una comedia titulada “De mares i filles” que él mismo ha dirigido con Mont Plans y Annabel Totusaus como intérpretes. Un texto que gira en torno a dos mujeres: madre enferma -no queda demasiado claro cuál es la patología que padece- e hija alejada de su progenitora, a la que va a ver al hospital después de una larga ausencia y en cuyo encuentro se interfieren sus propios problemas personales vinculados a la actividad profesional que desarrolla en la administración autonómica.
Partiendo de esta base, el autor pudo escoger entre varios registros: desde el más desaforadamente dramático, al humorístico y ha optado por este último, a nuestro parecer con buen criterio y mejor resultado. Porque Mont Plans, veterana, versátil, capaz de recitar un texto dramático con la misma galanura con la que canta un cuplé, tiene oficio para salir airosa de cualquier reto. Sin prácticamente moverse de una cama de hospital, habla, gesticula, se mueve y gobierna la escena con maestría mientras Totusaus pone el punto más comedido para materializar el contraste entre uno y otro personaje. Todo ello para conducir al espectador a un final dramático que Paco Mir atenúa dando pie a un tono poético.
Podrá decirse que es una obra menor, pero en teatro no las hay, sólo existen obras que entretienen o aburren y ésta es de las primeras. Una única objeción, aplicable también a otros intérpretes y escenarios: frente a los actores y actrices de antaño, acostumbrados a hablar muy alto -cuando no existían los micros- los de ahora utilizan un tono de voz comedido que, si no disponen de esta ayuda técnica, hace que la voz llegue a dificultad a todo el recinto. Como me ocurrió a mí mismo desde la fila once. A saber cómo llegaría al anfiteatro.
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