Almuzara recupera el diario de un capellán legionario en la Guerra Civil
Parecía que sobre la guerra civil española ya estaba dicho o escrito todo. Pero no, todavía quedan muchas cosas por conocer, sobre todo testimonios personales que, por las razones que fueren habían quedado ocultos o simplemente olvidados.
Parecía que sobre la guerra civil española ya estaba dicho o escrito todo. Pero no, todavía quedan muchas cosas por conocer, sobre todo testimonios personales que, por las razones que fueren, habían quedado ocultos o simplemente olvidados. La Editorial Almuzara se ha propuesto recuperar esos documentos que quizá no forman parte de la "gran historia" pero que sin duda aportan datos que nos permiten conocerla mejor. Justamente ahora aparece un documento inédito, el 'Diario de campaña de un capellán legionario'. Lo escribió durante la contienda el sacerdote jesuita José Rogelio Caballero García, que se incorporó voluntario para ejercer su oficio sacramental durante la guerra civil y permaneció en filas hasta el fin de los combates.
"Hoy hace seis años del funesto decreto de la República contra la Compañía de Jesús. Muchos tuvimos que ir al destierro. Pero hemos vuelto de una manera que ellos no esperaban", dice en la entrada correspondiente al 23 de enero de 1937. Caballero profesó en la orden cuando se proclamó el nuevo régimen y al poco tiempo hubo de expatriarse a Holanda a consecuencia de la expulsión de España de la Compañía de Jesús Y, en efecto, regresó con el fin de prestar auxilios espirituales a los soldados, pero no desde un cómodo puesto en la retaguardia, sino desde el frente. Estuvo en los combates de la sierra de Madrid y como capellán legionario en el Jarama, la Ciudad Universitaria, la Cuesta de la Perdices, el cerco de la capital y finalmente en el frente del Guadiana. Su contacto con los sufrimientos de la guerra y con la muerte fue, por tanto, directo. "El legionario que venía a mi lado me pide confesión. Empezamos mientras avanzamos a tientas. Le digo que se arrodille luego junto a un olivo para la absolución y da un salto que me asusta. Se había arrodillado junto a un cadáver" (18 de febrero de 1937).
Esta cercanía le pasó factura el 20 de febrero de 1937 en la acción del Pingarrón. "Me arrastro, veo a dos heridos muy graves; somos blanco de tiros directos. De pronto, dos balazos de ráfagas de ametralladora me atraviesan ambos brazos, pero dejándome movimiento. Al intentar incorporarme, una bala explosiva me derriba y deshace todo lo que llevo, pero… solo una rozadura en la estola, sobre la bolsa del Santísimo, peor ésta ¡intacta! En cambio, el crucifijo y el bloc de mi diario, con casquillos de la explosión".
Leer este diario ochenta años después, cuando todo aquello es una historia que se contempla y analiza desde otros parámetros mentales, obliga a cambiar nuestros esquemas mentales y a tratar de situarse en aquel ambiente enloquecido de un país abocado al enfrentamiento entre hermanos capaces de ir a la muerte por un ideal religioso o político. La recuperación de documentos de este tenor ayuda a comprender mejor aquellos asendereados años.
Escribe tu comentario