Pascual Ortuño: "En más de un 30% de casos, no es necesaria una sentencia"
Este juez de familia de la Audiencia de Barcelona defiende la necesidad acuciante de introducir la mediación en el sistema judicial para aliviar la carga de trabajo en los juzgados y resolver de forma práctica los conflictos entre ciudadanos.
Pascual Ortuño, juez de familia de la Audiencia de Barcelona, defiende la necesidad acuciante de introducir la mediación en el sistema judicial español. Con cuarenta años de experiencia profesional a sus espaldas, este magistrado propone introducir los métodos alternativos de resolución de conflictos para aliviar la carga de trabajo en los juzgados y facilitar mecanismos prácticos para resolver los contenciosos. En su último libro, 'Justicia sin jueces', abunda en estas ideas defendiendo que la justicia es un fin que puede servirse mediante varios medios.
¿En qué consisten los métodos alternativos de resolución de conflictos?
La justicia es algo que pertenece a la conciencia de los ciudadanos, que saben lo que es justo e injusto sin necesidad de haber estudiado derecho. Sin embargo, la administración de justicia históricamente la ha absorbido el Estado, desde los faraones hasta los reyes, desde las monarquías absolutas hasta el Estado moderno.
Pero en la sociedad actual, donde la ciudadanía ha adquirido un conocimiento mayor de lo que es el derecho y los problemas que sufre son cada vez más complejos, los conflictos no deberían ir a la justicia si la sociedad tuviera otros mecanismos. La mediación, la negociación o el arbitraje son algunas de estas fórmulas. De otra manera, se sobrecargan los despachos judiciales y no puede darse un servicio eficiente al ciudadano.
Por tanto, ¿supone un fracaso que algunos asuntos terminen en el escritorio de un juez?
Sí, aunque no siempre. Hay contravenciones sociales en que es necesaria una sentencia. Pero otras muchas, que se calculan por encima del 30%, son cuestiones prejudiciales. Por ejemplo, un desencuentro entre hermanos puede empeorarse mucho si termina en un juzgado: si había una grieta de enemistad, se convierte en un abismo.
¿Se litiga mucho más en España que en otros países de nuestro entorno?
Hay una constante de gran litiogisidad en los países del arco mediterráneo, desde Algeciras hasta Estambul. Esto tiene mucho que ver con la influencia de la religión en la sociedad. Procedemos de una tradición judeocristiana donde predomina la idea dicotómica del bien y del mal. Además, son sociedades patriarcales con un principio de autoridad muy fuerte.
¿La mediación puede aplicarse en todas las materias, incluso en el derecho penal?
El derecho penal es muy amplio y depende del tipo de delito del que hablemos. De hecho, en nuestro país ya existe la figura de la conformidad. En la acusación penal, hay un trámite en que si el acusado se conforma con la pena que exige el fiscal, no se llega a juicio. En el ámbito de la justicia juvenil también rige este principio de oportunidad, y por muy grave que haya sido una conducta, hay posibilidad de llegar a un acuerdo. No se trata del derecho penal, se trata de la tipología delictiva y de la personalidad de la víctima y del victimario.
Pero usted ha criticado la mediación en el ámbito laboral como una especie de teatro.
Porque muchas de esas mediaciones son forzosas, se obliga a sentar a trabajadores y empresarios por ley. En una ocasión, durante una huelga del transporte, una consellera de Trabajo me contó que contaban con el mejor mediador para el caso, un inspector de trabajo que había mediado en muchos asuntos. La mediación consistió en darle a la empresa de transporte todo lo que pedía en el primer día. Por mucha experiencia que se tenga, la experiencia como mediador debe consistir en saber analizar el conflicto y encontrar soluciones.
¿Quién puede ser mediador? ¿Haría falta una oposición al igual que ocurre con los jueces o abogados del Estado?
Las formas de implementar un colectivo de mediadores son muy diferentes. Mi idea es que sean profesionales de diversos campos que conozcan el lenguaje del conflicto. No es tanto un cuerpo de funcionarios, sino una persona que conoce unos principios comunes: la escucha activa, el respeto mutuo, el saber dirigir un encuentro entre personas enfrentadas... El mediador no propone soluciones, ni siquiera los sugiere. La mediación se basa en que ninguno de los dos bandos pierda.
¿Y cómo ha llegado a esta convicción personal sobre la importancia de la mediación?
El sistema de administración burocrática funciona mal por muchas causas. El ciudadano, que debería de confiar ciegamente en la justicia, sale de los tribunales muy escamado. Cuando se hacen encuestas sobre satisfacción de la justicia, en España no llegamos al 4 en una escala del uno al diez. En cambio, en el Reino Unido la justicia se ubica entre el 9 y el 10.
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