Las actividades sociales de los ancianos contribuyen a retrasar o evitar la aparición de la demencia
Según un estudio, la microestructura cerebral de las personas socialmente activas es mejor y facilita la actividad en la regiones del cerebro más relevantes en el desarrollo de la enfermedad
Salir de casa, ir al cine, a pasear, practicar algún tipo de juego o deporte, compartir actividades con el entorno, conversar, compartir experiencias, etc. Son decenas las actividades que puede hacer una persona sea cual sea su edad y que, invariablemente, son beneficiosas para su salud.
Y estas actividades deben mantenerse cuando una persona llega a la jubilación y acaba con sus obligaciones laborales. Es a partir de entonces cuando más necesarias son aquellas aficiones que permiten mantener una vida social plena.
Un estudio elaborado por un equipo de investigadores de la Escuela de Posgrado de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh ha descubierto que mantener la actividad social en la vejez es muy beneficioso para evitar la demencia, una de las enfermedades que más afectan a las personas de la tercera edad.
El estudio ha revelado que cuanto mayor es el nivel de actividad social de una persona, menos posibilidades hay de que desarrolle una demencia. La razón es que mantener el cuerpo y la ment ocupadas proporciona a estas personas una materia gris más robusta en aquellas zonas del cerebro a las que más puede afectar este tipo de enfermedad. En el fondo, explican los autores del estudio, de la misma manera que el ejercicio físico puede prevenir la aparición de enfermedades como diabetes o las cardiacas, el ejeccicio mental contribuye a prevenir las enfermedades del cerebro.
Aunque la investigación se hizo antes de que apareciera la pandemia del Covid-19, los científicos aseguran que el aislamiento social que se ha producido con motivo de la crisis sirve como ejemplo ilustrativo de la situación que se genera cuando la actividad social de una persona de avanzada edad prácticamente desaparece.
La inactividad provoca una mayor destrucción de las células cerebrales, que puede acabar provocando un deterioro cognitivo importante. En el grupo de ancianos estudiado, todas ellas personas mayores de 83 años, se obtuvieron mejores resultados en aquellos ancianos que habían mantenido una vida social activa, relacionándose con su entorno y participando en actividades adecuadas para sus capacidades.
Además, a todos ellos fueron sometidos a escáneres cerebrales en los que los investigadores pudieron medir la integridad de las células cerebrales que se usan en las relaciones sociales. Las que estaban en una mejor situación eran las de aquellas personas que habían mantenido una actividad social habitual y que se relacionaban con su entorno, participando tanto en juegos colectivos como en actividades de ocio con otras personas.
La duda que se les plantea a los investigadores es si es la vida social la que mejora la actividad cerebral de las personas o si es la mejor conservación de la materia gris la que permite una mayor actividad social.
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