Cómo conseguir una vacuna segura en poco tiempo: las claves del éxito de Oxford
La historia comienza con el brote de ébola de 2014, que dejó al menos 11.000 muertos en todo el mundo
La vacuna del Covid-19 genera muchas dudas en los ciudadanos. El Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestra un aumento de la población que rechaza vacunarse inmediatamente en cuanto se tenga la cura, que sube del 43,8% en octubre al 47% en noviembre.
Las dudas pueden ser legítimas, ya que el proceso para obtener una vacuna normalmente tarda unos diez años y, en este caso, solo ha tardado diez meses. Sin embargo, todo en la ciencia tiene respuesta, y los resultados de la vacuna de Oxford han arrojado luz sobre cómo los investigadores han conseguido acortar tanto los plazos para obtener rápido una cura para el Covid-19 sin renunciar a la seguridad.
La historia comienza con el brote de ébola de 2014, que dejó al menos 11.000 muertos en todo el mundo. Entonces, muchos científicos entendieron que la respuesta había sido lenta y que se necesitaba un plan para combatir futuros brotes epidémicos. "El mundo debería haberlo hecho mejor" explica la profesora Sarah Gilberd, arquitecta de la vacuna de Oxford, a la BBC.
El Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, que lleva el nombre del científico que realizó la primera vacunación en 1796, empezó a estudiar cómo abordar la próxima gran epidemia. Al final de una gran lista de amenazas conocidas estaba la "Enfermedad X", un hipotético virus desconocido que llegase a la humanidad por sorpresa. Al final, acabaron diseñando un plan sólido para derrotar a un enemigo desconocido.
"Estábamos planeando cómo podemos ir realmente rápido para tener una vacuna para alguien en el menor tiempo posible", explica la profesora Gilbert. La pieza central de su estrategia era un estilo revolucionario de vacuna conocido como "plug and play", que tiene dos características muy deseables para enfrentarse a lo desconocido: es rápido y flexible.
Las vacunas convencionales, incluido todo el programa de inmunización infantil, utilizan una forma muerta o debilitada de la infección original, o inyectan fragmentos de ella en el cuerpo. Pero en Oxford encontraron un tipo de virus que, con pequeñas modificaciones, puede acabar venciendo a cualquier otro virus: el ChAdOx1, o Chimpanzee Adenovirus Oxford One.
Se trata de un virus que provoca resfriado común en los chimpancés modelado por los investigadores de Oxford para convertirse en el arma perfecta. Antes de Covid, 330 personas habían recibido vacunas basadas en ChAdOx1 para enfermedades tan dispares como el virus Zika, el cáncer de próstata o la enfermedad tropical chikungunya.
Al estar modificado genéticamente, el virus que afecta a chimpancés no puede causar infección en las personas. Pero lo mejor de este pequeño patógeno es su forma de actuar: es como un pequeño mensajero que introducen en el cuerpo para enseñar al sistema inmunitario a cómo actuar contra la enfermedad "X". Lo único que tienen que hacer los científicos es programar el "mensaje" que quieren que contenga el virus y lanzarlo. Y si sale otra enfermedad nueva, solo se tiene que cambiar el contenido de ese mensaje.
Esta gran flexibilidad es lo que ha permitido acortar tanto los tiempos para obtener una vacuna, explican los investigadores de Oxford.
LA SUERTE DEL CORONAVIRUS
Otro factor clave para entender la rapidez con que se ha hecho la vacuna es que el enemigo es un coronavirus y no otro. Este tipo de patógeno ha cogido a la sociedad en general totalmente desprevenida, pero a los epidemiólogos no tanto. La familia de los coronavirus ya había intentado saltar dos veces de animales a personas en los últimos veinte años: el SARS en 2002 y el MERS en 2012.
En definitiva, se trataba de un virus ya conocido para los científicos, que ya tenían estudiada su biología y cómo se comportaba dentro del cuerpo. Y lo mejor, sabían cual era su gran debilidad: la proteína pico. "Tuvimos una gran ventaja", dijo el profesor Andrew Pollard del equipo de Oxford a la BBC. La proteína de pico es la llave que usan los coronavirus la puerta a las células de nuestro cuerpo. Por ello, si los investigadores sabían introducir la información necesaria dentro del virus de los chimpancés para que el cuerpo aprendiese a atacar a esas proteínas pico, la posibilidad de éxito de la vacuna era muy alta.
"Si este hubiera sido un virus completamente desconocido, entonces habríamos estado en una posición muy diferente", explica el profesor Pollard. También fue una suerte que los coronavirus causen infecciones a corto plazo, lo que significa que el cuerpo es capaz de vencer al virus y una vacuna solo necesita aprovechar ese proceso natural. Si hubiera sido una infección crónica o prolongada que el cuerpo no puede vencer, como el VIH, es poco probable que una vacuna funcionase.
El 11 de enero, científicos chinos publicaron y compartieron con el mundo el código genético completo del coronavirus. Desde entonces el equipo tuvo todo lo que necesitaban para hacer una vacuna Covid-19. Todo lo que tenían que hacer era deslizar las instrucciones genéticas para la proteína de pico en ChAdOx1 y estaban listos para comenzar.
En el camino tuvieron que encontrar financiación económica, ya que al principio no disponían del dinero suficiente para producir las vacunas necesarias para llevar a cabo un ensayo. El problema se resolvió cuando apareció AstraZeneca, la multinacional farmacéutica británica que ha puesto el capital suficiente para que la vacuna sea una realidad.
Desde entonces, la vacuna Oxford ha pasado por todas las etapas de los ensayos que normalmente se llevarían a cabo para una vacuna:
- Fase uno: la vacuna se prueba en una pequeña cantidad de personas para verificar que sea segura.
- Fase dos: pruebas de seguridad en más personas y para buscar signos de que la vacuna está produciendo la respuesta requerida.
- Fase tres: la gran prueba, que involucra a miles de personas, para demostrar que realmente las protege.
EXCESIVA BUROCRACIA
Es decir, ha pasado por todos los procesos necesarios que necesita pasar una vacuna para ser aprobada. Lo que no ha sucedido son años de estar dando vueltas entre cada fase. El profesor Mark Toshner, de la universidad de Cambridge, explica que el proceso para crear una vacuna suele ser largo "no porque deba serlo y no porque sea seguro, sino por el mundo real".
Los diez años que se tardan en fabricar una vacuna suelen gastarse en lo que el profesor describe como un proceso de redacción de solicitudes de subvención, rechazo de las mismas, volver a escribirlas, obtener aprobación para realizar la prueba, negociar con los fabricantes y tratar de reclutar suficientes personas para participar. En definitiva, un proceso burocrático demasiado engorroso que en este caso se ha acortado notablemente debido a la urgencia.
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