“La noche de las estrellas fugaces”: un thriller en el Berlín del ocaso nazi
“No entiendo por qué diablos la Kripo ha elegido a un teniente coronel para investigar un caso de tanto relieve” se pregunta a sí mismo.
Los seguidores de Ben Pastor conocen por algunas de sus novelas anteriores a Martín Bora, un jefe del Ejército alemán que combate en Rusia e Italia durante la segunda guerra mundial y que ejemplifica la personalidad del oficial de la Wehrmacht, fiel a su país y al mando, pero desafecto con la línea política impuesta por el nazismo. En “La noche de las estrellas fugaces” (Alanza editorial) le encontramos en el Berlín de 1944, cuando el Eje se retira en todos los frentes y él acude para asistir al funeral de un tío suyo médico, que se había opuesto a determinadas prácticas del régimen nazi y que había muerto en sospechosas circunstancias. Después de una larga experiencia en el Abwehr, el servicio de contraespionaje militar, y curtido en toda suerte de técnicas indagatorias, Bora es requerido por la Kripo (policía criminal, hermana de la Gestapo) para resolver el asesinato de un tal Walter Niemeyer, un extravagante personaje conocido también por otros nombres, que oficiaba de vidente y nigromante y llevaba una vida turbulenta, pero gozaba de sólidas amistades entre destacadas personalidades del régimen.
“No entiendo por qué diablos la Kripo ha elegido a un teniente coronel para investigar un caso de tanto relieve” se pregunta a sí mismo. Y, en efecto, la encomienda parece extemporánea, sobre todo viniendo de un general de las SS que conoce su escasa afinidad ideológica con el nacional socialismo. Todavía más sospechoso resulta que se le asigne como conductor y ayudante a un hombre de confianza de la Kripo, este sí formado en las SA y, por tanto, de numantina fidelidad nazi y, peor aún, que el encargo que recibe cuenta con el apriorismo de tener que escoger al culpable del asesinato entre cuatro candidatos preestablecidos que resultan, cada uno de ellos por diferentes razones, probables autores del mismo.
Ben Pastor tiene que desenvolverse en una ciudad acosada por los bombardeos, con calles cortadas por las ruinas y los cascotes y, sobre todo, en un ambiente de crispada desconfianza social puesto que el ya inminente e inevitable infortunio de las armas alemanas trata de ocultarse, o al menos de que pueda siquiera sospecharse y menos aún exteriorizarse, merced a una sangrienta e inmisericorde represión. Todo ello en julio de 1944, cuando se está tramando la Operación Walkiria, el fracasado intento de acabar con la vida del Führer y, con ello, concluir con la guerra, lo que le permite enhebrar los personajes de ficción de la trama con otros reales, como Von Stauffenberg, jefe del Ejército de Reserva y líder de la conspiración.
En este contexto, en el que todos sospechan de los demás y nadie confía más que en uno mismo, tiene que desenvolverse nuestro investigador al que su actuación en Rusia ha dejado minusválido, pero cuya agudeza y el entrenamiento recibido en el servicio de contraespionaje hacen de él un sabueso desconfiado, intuitivo y eficaz. Que, como debe ocurrir en toda buena novela negra, acaba descubriendo que nada había sido como parecía y que la responsabilidad del asesinato estaba muy alejada de los presuntos autores del mismo y mucho más cerca de los encargados de investigarlo.
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