Teatro Gaudí: sesión de tarde con el mago Aliskim
Aliskim es un mago mataronense de proyección internacional que ha dejado boquiabiertos a los públicos de China, Túnez, Mongolia, Portugal y Tailandia y, por supuesto, también a los de España, como fue nuestro caso
Años atrás, cuando los teatros programaban dos sesiones diarias, la de tarde empezaba a las seis y la de noche, a las once menos cuarto. Ahora sólo ofrecen una que suele ser a la ocho o bien un poco antes o algo más tarde, por lo que habíamos perdido la costumbre de ir al teatro a la hora de la merienda. Hemos podido recuperar aquella experiencia gracias a la feliz iniciativa del Teatro Gaudí que ha programado para esa hora del viernes y sábado (domingo a las cinco) un espectáculo de magia familiar a cargo de Aliskim.
Aliskim es un mago mataronense de proyección internacional que ha dejado boquiabiertos a los públicos de China, Túnez, Mongolia, Portugal y Tailandia y, por supuesto, también a los de España, como fue nuestro caso. El encuentro tuvo lugar en la sala pequeña del teatro, que es un espacio propicio a la intimidad. El mago apareció como si fuera uno más de los reunidos, sin alharacas, ni vestimenta estrafalaria, pero provisto, eso sí, de una serie de pequeños objetos que fue utilizando sucesivamente para demostrar sus capacidades como ilusionista. Hay que decir que Aliskim no practica una magia de grandes aparatos, que suele ser un tipo de ilusionismo muy vistoso pero muy repetitivo y de escasa creatividad. Su trabajo se desarrolla con la utilización de objetos menores fácilmente manipulables con los que practica una magia de manipulación con que curiosamente no incluye los casi siempre presentes naipes, así como, en algún caso, también magia de adivinación.
La sesión es eminentemente participativa y a lo largo del tiempo en que discurre -una hora- son varios los espectadores que colaboran con el profesional en la ejecución de sus sorprendentes trucos. Todo ello en un ambiente grato en el que Aliskim suscita la complicidad con su trabajo y estimula al público para que manifieste su satisfacción y su sorpresa no sólo con aplausos, sino también con expresiones admirativas.
Un espectáculo sencillo para todo tipo de públicos (los niños se los pasarán muy bien en este tiempo de vacaciones), sin más pretensión que la de entretener, objetivo que consigue sobradamente, en un contexto austero y al que sólo sugeriríamos un fondo musical más frecuente que evitara ciertos momentos de silencio.
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