Lingüista de formación (por la Sorbona) y de profesión (UAB), y amante de la escritura, regida por tres principios: 1. Seleccionar siempre las palabras adecuadas; 2. Sacarles punta antes de usarlas; y 3. Aderezarlas con una pizca de cicuta para hacerlas más eficaces.
Al observar la vida política internacional o nacional, la realidad que contemplamos es verdaderamente decepcionante, preocupante, desoladora y no augura nada bueno. Y, entonces, a uno le asalta la duda y se pregunta si estamos en manos de una casta política incompetente y compuesta mayoritariamente por psicópatas yonquis del poder; es decir, en román paladino, por desequilibrados mentales. Por sus actos los conoceremos y lo sabremos. Veamos.
Si analizamos la situación internacional de hoy, el pan nuestro de cada día es el enfrentamiento multipolar, claro o soterrado, desencadenado por la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, que está provocando una ristra de consecuencias lesivas para todos. Por sus consecuencias y en la práctica, parece que estemos ya en el preludio de la IIIª Guerra Mundial: muerte de contendientes, masacre de civiles ucranianos, destrucción de ciudades, de infraestructuras y de tejido productivo, desplazamientos masivos de población, tanto exteriores como interiores, problemática acogida de la misma en los países amigos,…; y problemas políticos, económicos y comerciales, sin cuento, a nivel mundial. Y, por lo visto, esto no ha hecho más que empezar. Y, según más de uno, esto puede ir o va a ir de mal en peor.
Y, si examinamos la realidad de España, los momentos que estamos viviendo son también muy críticos por los nefastos efectos políticos, económicos, comerciales, laborales, sociales, educativos,… de la gestión de la malhadada casta política española. Estos efectos aciagos están agravados tanto por la agresión de Rusia a Ucrania como por la desastrosa gestión de la pandemia del coronavirus y de la consecuente crisis económica. No está de más recordar, aunque sólo sea sucintamente, algunos de los efectos más preocupantes.
Por un lado, es obligado citar la subida descontrolada del precio de la energía (gas, luz y otros combustibles), que dificulta o hace imposible cualquier actividad económica y que complica sobremanera la vida doméstica de las familias. Esto ha provocado protestas, paros y/o huelgas en cadena en sectores productivos fundamentales (agricultura, pesca, industria, transporte), que han agravado la situación y que amenazan con paralizar toda actividad económica y conducir a un desabastecimiento generalizado de productos básicos. Los agricultores, los pescadores y los transportistas no pueden trabajar por debajo de los costes de producción o sin tener unos mínimos beneficios, denuncian todos ellos.
Por otro lado, este clima tóxico ya está provocando cierres temporales o definitivos de empresas. Y esto está destejiendo, como Penélope, el tejido productivo, que tanto esfuerzo, dedicación y tiempo han exigido y costado. Por eso, las variables económicas fundamentales están fuera de control. Es el caso de la inflación, que casi supera ya, en marzo de 2022, los dos dígitos (9,8); de la deuda pública, que representaba ya, en diciembre de 2021, el 118,4 del PIB; y del déficit, que ha llegado, en diciembre de 2021, al 6,76 del PIB. Todos estos datos denotan que las constantes vitales de la economía española están fuera de control y sólo dejan presagiar un desenlace muy doloroso y fatal. Y lo peor de todo es que los cimientos del Estado del Bienestar (sanidad, educción y servicios sociales) se están degradando a marchas forzadas y, si no se toman medidas pertinentes, se desmoronarán irremediablemente.
Ahora bien, ¿cómo y por qué hemos llegado a esta situación internacional y nacional? Aunque la respuesta a esta pregunta vale para otros países y líderes, nos vamos a centrar sólo en España y en Pedro Sánchez. El Gobierno de España, presidido por él, tiene a su disposición todos los medios materiales (instituciones, presupuestos, BOE,…) y humanos (miles de asesores en todos los campos) para gestionar el presente y prever-planificar el futuro (i.e. gobernar) con brújula y timón eficaces, para no quedar a la deriva y para que no nos coja el toro. Ahora bien, por los resultados apuntados, todo parece indicar que Pedro Sánchez es un incompetente y/o sólo piensa en satisfacer su patológico apetito de poder y no en gestionar, como lo haría un responsable padre de familia, la “res pública”.
Ante su comportamiento verbal y no-verbal (i.e. su hacer político), demasiados síntomas parecen indicar que Pedro Sánchez, como muchos líderes mundiales, es víctima del “síndrome de Hybris”. Este síndrome no es nada nuevo. En la Grecia clásica, se detectó en los poderosos que, ebrios de éxito y de poder, empezaron a comportarse como tiranos, vejando, despreciando y abusando de aquellos que estaban por debajo de ellos (críticos, colaboradores, ciudadanos). Ahora bien, para luchar contra los políticos dominados por este síndrome, los griegos inventaron y aplicaron un antídoto muy eficaz y radical: la condena al ostracismo.
En nuestros días, David Owen, neurólogo y político británico, describió y analizó esta patología, que empieza por una “megalomanía” (delirio de grandeza) y termina en una “paranoia” (perturbación mental), y cuyos síntomas permiten dibujar, de forma fidedigna, el retrato de la personalidad del presidente P. Sánchez. Según D. Owen, el poder no es ostentado, en la mayoría de los casos, por aquellos que están mejor preparados y son más capaces. Sin embargo, el que lo ostenta se cree el más listo de la clase y termina comportándose como un narcisista y prepotente, dispuesto a cualquier cosa para conservarlo y ampliarlo.
En efecto, los que padecen el “síndrome de Hybris”, borrachos de poder, como Pedro Sánchez, tienen el ego subido: se consideran los más guapos, los más inteligentes, infalibles, insustituibles y omnipotentes. Además, confunden la realidad con la fantasía (“síndrome de la Moncloa”) y son prepotentes, irracionales, insensatos e hipócritas. Y para ello, llevan la mentira, el engaño, la manipulación, la contradicción permanente, la utilización instrumental de los demás… “Que sais-je encore?” por bandera. Y, en su camino hacia el poder, el fin justifica cualquier medio. Y, por eso, no dudan en despojarse de los principios y valores intemporales y en sembrar el camino de cadáveres.
Con bueyes así, uncidos al poder con el “síndrome de Hybris”, no se puede arar. No son más que “roitelets”, que pretenden, como dicen los franceses, “péter plus haut que leur cul”. El sabio José Saramago —que transformó la “información” en “conocimiento” y éste en “sabiduría”; y que no es sospechoso de ser un reaccionario de derechas— participaba de esta opinión cuando dejó para la posteridad la cita que reza así: “la sociedad no puede funcionar sin política. El problema es que la política está en manos de los políticos”. Y añado yo: políticos psicópatas, yonquis del poder, cuya “axiología es la del pícaro (…): más que principios, ostentan mañas”, Amando de Miguel dixit. La paz y el bienestar del mundo, en general, y de España y de los españoles, en particular, se está jugando a la ruleta rusa, nunca mejor dicho: V. Putin, P. Sánchez y “gli altri” han cargado ya el revolver. Si no les cortamos las alas y los condenamos al ostracismo, lo inevitable puede o va a suceder.
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