Titisee (Selva Negra): donde nació el reloj de cuco
En los alrededores del lago de Titisee y en los diversos pueblos de esta comarca de la Selva Negra se encuentra una oferta muy variada, pero los precios son acordes con el carácter artesano de esta industria.
El territorio alemán se caracteriza en este sector del oeste de Baden-Würtemberg por la espesura de sus bosques y de ahí que se le conozca como la Selva Negra. Son bosques que han resistido la agresión derivada del proceso de industrialización y de las guerras y que constituyen una magnífica reserva de oxígeno en el corazón de Centroeuropa. Si Baden Baden es la ciudad balnearia y Friburgo de Brisgovia la ciudad universitaria, lo cierto es que la Selva Negra está formada por numerosas agrupaciones urbanas situadas en paisajes bellísimos. Una de ellas es la agrupación formada por dos pueblos, Titisee y Neustadt, el primero esencialmente vacacional y el segundo, industrial.
Titisee se halla al bordo del lago del mismo nombre y a la sombra del monte Hirschbüll, de 845 metros sobre el nivel del mar. Parece que esta zona parece que estuvo prácticamente deshabitada hasta el siglo X y que en ella crecía un bosque salvaje, que en buena parte era de abetos. Poco a poco, fueron creándose asentamientos humanos y en el siglo XVIII empezó a explotarse su producción maderera creando un gran peligro de deforestación. Aún así, conservo su carácter rural hasta finales del siglo XIX, cuando se tendió la línea ferroviaria que pasa por el valle del Infierno y empezaron a llegar los turistas.
Hasta entonces, los habitantes de Titisee vivieron de la riqueza que les daban sus bosques, cuya excelente madera sirvió, entre otras cosas, para que se ganaran la vida con una importante industria relojera artesana que dio lugar a la aparición de lo que conocemos como “reloj de cuco”. Porque, tal y como aclaran con el mayor interés, aunque la fama de este tipo de reloj se la haya llevado Suiza, en realidad es originario de este rincón del sur de la Selva Negra. Muchas veces nos hemos preguntado el porqué de la extraña y simpática fisonomía de estos relojes, cuya apariencia externa trata de reproducir la fachada de una vivienda rural y la explicación es bien sencilla: los artesanos de Titisee se inspiraron en las casitas ferroviarias de esta comarca e idearon un mecanismo que incorporase su contorno como elemento decorativo.
Los habitantes de Titisee establecieron una red comercial con vendedores que iban a Holanda y Rusia, llegando incluso a Moscú. Otro buen mercado fue el de las islas británicas. Pero todo cambió a principios del siglo XX, cuando empezaron a llegar los primeros relojes americanos, que eran industriales, pero más modernos y baratos. La puntilla final vino por culpa de la política. La tensión existente entre Gran Bretaña y Alemania dio lugar a que los ingleses dejaron impagadas sus últimas facturas a mediados de los años treinta del siglo pasado. A partir de entonces fueron cerrando sucesivamente los diversos talleres artesanos y hoy en día sólo sobrevive una única fábrica de relojes de cuco.
Los hay de dos modelos: los de origen más antiguo tienen la superficie de las agujas plana, con una decoración de carácter floral y los más modernos son los que tiene la apariencia de casita. En los alrededores del lago de Titisee y en los diversos pueblos de esta comarca de la Selva Negra se encuentra una oferta muy variada, pero los precios son acordes con el carácter artesano de esta industria. Cuando salimos de Titisee pasamos junto a su estación de ferrocarril, pequeña, recoleta y llena de flores, con varias casitas alineadas junto a la vía, cuyo aire nos parece familiar. De pronto atinamos en reconocer esa silueta porque es casi idéntica a la de los famosos relojes de cuco que nacieron en este paisaje sublime, junto a un lago remoto de origen glaciar, en el corazón de la vieja Europa.
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