¿Santiago Abascal, presidente de España? Y a las ranas sin crecerle el pelo
Decía uno de los grandes dramaturgos franceses del siglo XVII, Pierre Corneill que “el mentiroso siempre es pródigo en juramentos”. Contar una mentira transformándola en promesa que el que la hace sabe que nunca podrá cumplir se suele hacer bastante a menudo. Piensa quien lo hace que la memoria de la gente es frágil y pasado un tiempo, se habrá olvidado. Se equivoca, puede que algunos se olviden, no obstante, otros se acordarán siempre al conocer la gran mentira prometida y no cumplida.
Este martes el líder de Vox, partido de la ultraderecha española, Santiago Abascal, se desplazaba a Jerusalén, no de peregrinaje a la ciudad de David, y de paso hacer turismo, algo que le gusta mucho, sino para entrevistarse con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. El encuentro coincide casualmente, con el día en el que el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, reconocía el Estado de Palestina. En esa reunión de una hora Abascal le ha trasladado al mandatario israelí el apoyo de su partido al pueblo de Israel y le ha dicho que “Pedro Sánchez no es España”. Se le olvida a Abascal decirle que él tampoco habla en nombre del pueblo español, por mucho que aspire a eso.
Pero es que el líder musculito, como también se le conoce a Abascal, en esa apariencia bravucona que suele expresarse, le ha manifestado a Netanyahu que cuando sea presidente del Gobierno España revertirá “la creación de Estado de Palestina”, Lo ha dicho y como está en tierra Santa, está convencido que esa mentirijilla de nada le será perdonada. Como se dice popularmente, Abascal será presidente del gobierno de España “cuando las ranas críen pelo”. Sabido es que a este anfibio anuro lo único que le crece es la lengua pastosa cuando escupe a sus presas.
El patriota y oportunista Abascal, marcando territorio porque quiere sacar tajada de las elecciones europeas, no se corta ni un pelo. Le importa tres pepinos no apoyar la decisión del Gobierno de su país aunque no esté de acuerdo. Pedro Sánchez no está contra de Israel, ni de su pueblo, está contra Netanyahu y su política criminal que está aplicando a los habitantes de Palestina. Las imágenes que cada día se ven en teleisión muestran los horrores que está impartiendo a la población civil. Muchos judíos no comparten esta guerra. Es cierto que Hamás empezó el conflicto matando a mujeres, niños y secuestrando a un buen número de israelíes. Eso no lo aprueba nadie, es más, se ha condenado reiteradamente. Otra cosa bien distinta es la masacre que está perpetrando el gobierno israelita.
Las contradicciones de Abascal son evidentes con su apoyo a Israel y criticando al Gobierno de España, cuando su partido ha sido financiado con dinero iraní. Vox reconoció que la campaña a las elecciones europeas del 2014, el 80% del gasto de las misma fue financiado por el grupo de oposición iraní Consejo Nacional de Resistencia de Irán, aunque conocían que la Ley Electoral impide que se reciban donaciones de personas o entidades no españolas una vez convocados los comicios. El cumplimiento de la ley deben pensar los cabezas pensantes de Vox que es para otros, no para ellos.
Lo que ocurre es, no seamos malpensados, que Abascal ha ido a Israel a preguntarle a Netanyahu si es verdad que, como está enfadado con el Gobierno de Pedro Sánchez, para hacerle la puñeta, vaya a reconocer a Catalunya y su independencia, ya que son muy amigos de algunos ex convergentes y de Pilar Rahola. Abascal ha respirado tranquilo cuando el primer ministro de Israel ha restado importancia a unas supuestas peticiones de apoyo a independentistas. Eso es lo que intentará justificar de su viaje. Es que el ‘musculito’ eso de las relaciones internacionales lo lleva muy bien, sobre todo poniendo a parir al gobierno de España. Mucho patriotismo, pero solo en aquellas cosas que le benefician. Eso del bien común no forma parte de su ideario. Deben pensar los dos estadistas que las palabras se las lleva el viento y últimamente sopla muy fuerte . O como dice un refrán gallego, aplicado a estos dos políticos: “Amiguiños si, pero a vaquiña polo que vale”.
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