Trazos y segmentos: las matemáticas, 'el lenguaje de Dios'

Aunque una probabilidad no sea infalible en un tiempo concreto, sí lo es cuando se trata de la eternidad
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Galileo Galilei, dijo: “Las Matemáticas son el lenguaje con el que Dios ha escrito el universo”.

Asimismo, Richard Feynman: “Para aquellos que no conocen las matemáticas, es difícil sentir la belleza, la profunda belleza de la naturaleza”.

Esos dos genios estaban dotados de sobrado conocimiento de causa científica, como para tener en cuenta sus aseveraciones. Pocas dudas pudieran cabernos al respecto, a menos que seamos ateos y, por ende, defensores de la anarquía de la naturaleza para, de una manera arbitraria, entrópica y caprichosa, autogenerarse; resultando después, paradójicamente, tan exacta.

El ateísmo y la “autogeneración natural”, doctrinas éstas, que la mayoría abrazamos en nuestra juventud; pero que rechazamos, curiosamente, en nuestra madurez.

Cuando yo estaba en mis “veintitantos”, solía defender mi ateísmo y la idea de un origen no intencionado, diciendo que: “Siempre habrá que buscar el origen del origen…; además, ¿quién dice que todo está pensado y preestablecido? Nada de eso, es solamente la estrategia que la naturaleza usa para subsistir, ocupando la vacuidad cuando es necesario y buscando el equilibrio para seguir llenando aquello que necesita satisfacción”. 

Sé que esos eran mis pensamientos porque los tengo por escrito. Los años y la experiencia me han ensañado a sentir (más que a pensar) que estaba equivocada. La belleza no es algo que se genera por mera necesidad. El equilibrio lo es, porque está siendo sustentado y para eso hace fata un Sustentador. La Entropía no escribe en el infinito obras maestras por más combinaciones que se quisieran generar...No, me niego a pensarlo, porque no puedo sentirlo.

Hay otra cosa con respecto al equilibrio que las matemáticas aportan a la estructura de todo lo creado que me conmueve profundamente y es preguntarme: ¿Son las matemáticas una invención del ser humano o un descubrimiento? No puedo, por menos, que contestar diciendo: las matemáticas son un descubrimiento y, por supuesto, el lenguaje con el que Dios se ha comunicado con aquellos a los que creó a su imagen y semejanza; entre otros muchos, nosotros.

¿Por qué ahora digo lo que digo, en qué me baso? Utilizando la razón no podría hacer semejantes afirmaciones y quedarme tan tranquila. Tendría que acudir, al menos, a barajar la posibilidad de que también cupiese pensar en aquello que decía a mis “veintitantos”; pero hace mucho que no sólo utilizo la “razón”, también uso el corazón. Esa cosa llamada emoción al contemplar una puesta de sol y pensar que las posiciones de los planetas, en especial del nuestro, nos permiten contemplar tanta belleza. Esas posiciones lo son, atendiendo a una armonía que se rige por los números, por la escrupulosa exactitud.

Lo mismo sucede con cualquier otra obra de la naturaleza; ya sea el número de pétalos de una flor, la forma de una hortaliza como el romanesco, las semillas de un girasol, los lugares donde se dividen o se forman las ramas de los árboles, las piñas, las colonias de abejas. Todas estas creaciones de la naturaleza o del “Dios Natura” de Spinoza, como a mí me gusta también pensarlo, siguen la secuencia de Fibonacci: 1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89,144...(ya sabemos, el número siguiente es la suma de los dos anteriores).

Por la Ley de probabilidades en un “universo eterno” todo sería posible, sólo depende de la frecuencia; valga la redundancia, de la probabilidad con que un acontecimiento se puede matemáticamente predecir…; pero ¿qué es eso de predecir matemáticamente? Parece sonar a magia o a superstición. Sin embargo, no es magia, ni superstición; son matemáticas. 

Aunque una probabilidad no sea infalible en un tiempo concreto, sí lo es cuando se trata de la eternidad…La eternidad; algo que, en sus porciones de espacio-tiempo, podría considerarse infinito en todas las infinitas direcciones. Esas fórmulas algebraicas que estudian lo abstracto (como, por ejemplo, la Mecánica cuántica relativista), siendo tan especializadas e incomprensibles (para el común de los mortales como yo) no son magia, ni superstición…; son matemáticas. Las matemáticas pueden predecir acontecimientos en el espacio-tiempo; binomio que convierte en inseparables dos magnitudes completamente distintas.

Sí, el espacio no podría recorrerse sin el tiempo y el tiempo no podría moverse sin el espacio. Es muy curioso. También resulta muy curioso que aunque ambas magnitudes o conceptos sean infinitamente divisibles a la vez que infinitamente sumables y multiplicables, en realidad sean entes abstractos, que si para algo sirven es para generar ENERGÍA…; cosa que en esencia lo es TODO y lo ocupa todo. 

El espacio y el tiempo también son restables (aunque, quizás, sólo matemáticamente). Cuando tenemos los dos ejes cartesianos “x” e “y” (a un lado números negativos, al otro positivos), si se trata de espacio y tiempo que se restan en la misma cantidad, me quedo con el “0”; ¿pero eso es posible?…; un tiempo y un espacio inexistentes. Mi imaginación no soporta el vacío absoluto. Lo siento, para mí el Origen no puede ser “0”, aunque la lógica me diga que debería, paradójicamente,  serlo.

Creo que me he puesto demasiado metafísica en esta ocasión. Es una materia que, de haber vivido en la antigua Alejandría, visitando su biblioteca, seguro que me iría rápido a escoger obras del estante de papiros “más allá de la física aristotélica”…; en fin, que me encanta la metafísica.

Todo comenzó tratando de explicar que las matemáticas y Dios tienen mucho que ver. 

Como broche, extraído del pensamiento de algunos ilustres, he entresacado ésto:

* Leopold Kronecter: “Dios hizo los números enteros, el resto es obra del hombre”.

* Anatole France: “En las matemáticas es donde el espíritu encuentra los elementos que más ansía: la continuidad y la perseverancia”.

* Isócrates: “Las matemáticas son una gimnasia del espíritu y una preparación para la filosofía”.

* Albert Einstein: “Las matemáticas puras son, en su forma, la poesía de las ideas lógicas”.

* Georg Cantor: “La esencia de las matemáticas es la libertad”.

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