La hija de Alicia Alonso presentó en Barcelona “El lago de los cisnes” (Apolo)
El clima de Cuba debe ser, pese a sus calores y sus lluvias, el más beneficioso para asegurar la longevidad humana; no estamos seguros que para los cortadores de caña, pero sí en lo respecta a otras dos profesiones: la política y la danza. Con respecto a la primera, basta con contemplar las imágenes de los organismos dirigentes del país cuya renovación se ejecuta, siguiendo la tradición de los regímenes comunistas, a medida que es preciso cubrir las vacantes por el fallecimiento de sus ancianos componentes. Y en lo que atañe a la segunda, bastará con evocar la figura de la genial Alicia Alonso, que dirigió el Ballet Nacional, al menos formalmente, hasta su fallecimiento con 99 años. Fiel a este ejemplo, su única hija, Laura Alonso, sigue dirigiendo el Ballet Clásico de Cuba a sus espléndidos 83 años y de este modo pudo salir a saludar al público que ocupaba el patio de butacas del teatro Apolo donde ha presentado la versión que hizo su madre del más emblemático de todos los ballets: “El lago de los cisnes”, según la coreografía de Petipá.
La presencia de este título en la cartelera barcelonesa se ha convertido en un rito que se reitera con periodicidad prácticamente anual y lo cierto es que llega a nuestros escenarios a cargo de diferentes compañías, lo que quiere decir que con desigual ejecución técnica y artística. En este sentido cabe reconocer que la huella de Alicia Alonso permanece firmemente impresa en la compañía que dirige su hija y que se patentiza en el rigor, elegancia e inspiración de su trabajo. “El lago de los cisnes” es interpretado por un elenco de profesionales en el que todos, absolutamente todos sus componentes, acreditan una calidad extraordinaria. Podemos referirnos en concreto a las primeras figuras, las parejas formadas por Patricia y Abraham, Rachel e Isais o Malissa y Pavel, y las citamos a todas porque no tenemos la seguridad de cuál fue en concreto la que actuó en la función a la que asistimos. A ellas habría que añadir en justicia a los demás solistas y desde luego a la totalidad del cuerpo de baile firmado en su integridad por valores muy jóvenes, pero con una formación impecable. El resultado es un espectáculo que alcanza notable altura y que entusiasmó al público, pero en el que solo sobró la utilización de unos feos e innecesarios decorados de telón que en nada contribuyen a realzar la actuación de una gran compañía.
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