La tecnología blockchain puede estar trayendo consigo una revolución de tales dimensiones que hoy todavía cuesta vislumbrar sus efectos. Aunque generalmente es asociada al sector financiero, gracias a su aplicación más conocida que es la criptomoneda bitcóin, su uso se puede extender a cualquier grupo de interlocutores que realicen intercambios de información que demanden un entorno de extrema confianza. Las industrias creativas pueden ser un buen candidato para aplicar blockchain.
Las industrias creativas se erigen como un sector idóneo para la aplicación de las cadenas de bloques, principalmente por dos de sus principales rasgos:
Las cadenas de producción de valor están muy atomizadas en numerosos agentes que intervienen en la creación de un producto cultural. La música es el ejemplo más claro, pues en la grabación de un disco intervienen autores de letras y música, músicos, técnicos de sonido, productores, etc.
La digitalización ha traído consigo la proliferación de nuevos canales distribución, a menudo difíciles de controlar por los autores o los dueños de las obras.
Un reciente estudio deMcKinsey, How can creative industries benefitfromblockchain?, identifica cinco fuerzas de blockchain que pueden beneficiar al sector de la producción cultural:
Blockchain permite realizar contratos inteligentes entre partes, que en este caso pueden garantizar que todos los agentes que han contribuido en la creación de una obra puedan cobrar los derechos de autoría que les corresponda. En teoría, cada pieza cultural -canción, vídeo, libro digital…-, llevaría asociado un contrato inteligente que garantizaría el pago de los derechos en la fracción correspondiente a cada participante cuando se genere la obligación de abonar por uso o explotación de la obra, algo muy difícil de hacer en la actualidad.
Blockchain es sinónimo de transparencia, pues todas las transacciones pueden ser vistas por cualquier usuario. En el campo cultural, una creación mostraría todas las transacciones que ha experimentado y los ingresos que genera en cada momento. Es decir, que se dispondría en tiempo real del valor de la obra en sí. Además, ofrece en todo momento toda la información sobre la propiedad del producto cultural.
Al conocer todas las transacciones que está experimentando una obra, podemos hacernos una idea precisa de la demanda que genera y en consecuencia valorarla con mayor precisión y ponerle el precio más adecuado en cada momento. Todo ello prescindiendo de intermediarios y de procesos más oscuros y complejos.
Gracias a las cadenas de bloques podemos “fraccionar” una obra creativa y determinar las transacciones que experimentan sus partes, valorando sus ingresos individualmente. Esto permite comercializar por separado las partes de una obra, por ejemplo, un disco canción a canción y no en bloque, o un libro que recoge aportaciones de distintos autores, por capítulos o epígrafes. Se trata de que el consumidor solamente adquiera la parte de la obra que realmente le interesa.
La transparencia y fiabilidad del sistema blockchain puede establecer relaciones entre los productores de contenidos y entre estos y sus clientes, basadas en la reputación que cada agente construye ante los demás. Este factor puede estimular la confianza entre partes y por ende la colaboración entre los distintos profesionales y artistas.
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