Trump impone aranceles a los pingüinos y focas "timadoras" de unas islas remotas
El presidente estadounidense intensifica su guerra comercial y apunta ahora contra los verdaderos enemigos del libre mercado: los animales antárticos
En un movimiento que ha dejado perplejos a analistas económicos, ambientalistas y, probablemente, a los propios pingüinos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido imponer aranceles del 10 al 40% a diversas islas remotas, incluyendo aquellas habitadas exclusivamente por fauna salvaje.
Como parte de su lucha contra los "timadores" del comercio internacional, Trump ha puesto el foco en las islas Heard y McDonald, situadas en una región inhóspita del Océano Antártico y deshabitadas por humanos. A pesar de que su comercio con EE.UU. es inexistente, la Casa Blanca ha decidido aplicar un arancel del 10%, "por si acaso". Entre los más afectados están los pingüinos y focas residentes, que, aunque adorables, parecen haberse ganado la desconfianza de la administración estadounidense.
Los pingüinos y las focas: ¿Tienen algo que ocultar?
Durante años, estos animales han logrado mantenerse fuera del radar, pero por fin alguien se ha atrevido a desenmascararlos. Los pingüinos, con su esmoquin impecable, han pasado desapercibidos como meros habitantes del hielo, cuando en realidad han estado operando en las sombras del mercado global. ¿Acaso alguien ha investigado realmente qué traman cuando se reúnen en esas enormes colonias? ¿Es posible que esas marchas interminables no sean más que tácticas de distracción mientras mueven sus activos hacia refugios fiscales en icebergs anónimos?
Las focas, por su parte, con sus grandes ojos y su aire inocente, han sido aún más peligrosas. Con una capacidad innata para ganarse la simpatía de todo el mundo, nadie se había dado cuenta de que llevan años acumulando riquezas naturales sin pagar un solo impuesto. Se deslizan con facilidad de un país a otro sin pasar por aduanas, evadiendo cualquier tipo de fiscalización. Es hora de poner fin a su reinado de impunidad.
Trump pone el foco en más islas remotas
El mandatario también ha señalado a otros pequeños territorios, como la isla de Norfolk y las islas Cocos, que también recibirán sanciones comerciales superiores a las de sus metrópolis australianas. El primer ministro de Australia, Anthony Albanese, mostró su desconcierto al respecto: "No sé qué grandes exportaciones hace Norfolk a EE.UU., pero ahí están sobre la mesa", declaró en un tono entre el asombro y la resignación.
Otro caso particular es el del archipiélago noruego de Svalbard y Jan Mayen, que también recibirá su respectiva carga de aranceles, a pesar de que en Jan Mayen solo hay una estación meteorológica. Ni siquiera el clima parece salvarse de la política proteccionista de Washington.
Fuentes de la Casa Blanca no han sabido explicar por qué territorios como Norfolk o Reunión sufrirán aranceles más altos que los propios países a los que pertenecen. Sin embargo, lo que queda claro es que, en su cruzada contra los "timadores" del comercio global, la administración Trump no discrimina entre naciones, archipiélagos deshabitados o simpáticos pingüinos.
Con esta nueva medida, Estados Unidos reafirma su compromiso de velar por su economía, aunque ello implique declararle la guerra comercial a animales que ni siquiera tienen una moneda propia. Al parecer, en el tablero de la guerra comercial, nadie está a salvo, ni siquiera los pingüinos con su impecable esmoquin natural y las focas con su mirada irresistible.
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