Un viaje al muro marroquí en el Sáhara por la ruta más larga (“Sin noticias de Ítaca”)
Reseña del libro escrito por Enrique Vaquerizo
Enrique Vaquerizo no sólo es doctor en Ciencias de la Información y licenciado en Historia, sino un viajero impenitente que ha estado en casi tantos países como el aventurero Dirk English, jefe de la cooperación alemana para la ONU en África occidental, a quien encontró en Mauritania en el transcurso de su curioso periplo que tuvo como objetivo llegar al muro construido por los marroquíes en el Sáhara por el camino más largo. Porque lo normal es hacerlo viajando en avión a Argelia y los campamentos de refugiados del Frente Polisario en Tinduf para, desde allí, penetrar en los territorios liberados de la RASD. Vaquerizo optó por llevarlo a cabo desde el oeste y por tierra, lo que significa que después de haber atravesado toda península y llegar a Tánger, tuvo recorrer Marruecos de norte a sur, penetrar en el Sáhara ocupado, luego en Mauritania por Cabo Blanco y, a partir de Nuadibú, cambiar de rumbo para ir entonces en dirección norte. Todo ello en transporte público, lo que incluyó un tramo en el tren minero más largo del mundo que va desde los yacimientos de Zuerat a Puerto Cansado. Una verdadera aventura, un poco kafkiana, que describe con viveza y colorido en “Sin noticias de Ítaca. Un viaje a los dos lados del Sáhara” (Laertes).
Tras una primera detención de varios días en Tánger, se dirigió luego sin demora al sur -Marrakech, Tiznit, las antiguas ciudades españolas de Sidi Ifni y Tantán- para penetrar en el Sáhara y permanecer durante algún tiempo en El Aaiún y Villa Cisneros. Pudo entonces captar el ambiente opresivo que vive la población saharaui, obligada a la forzosa convivencia con el invasor y comprobar la obsesión marroquí por espiar a todos los españoles que llegan al territorio, sobre todo si tienen la tentación de conectar con saharauis pues, como le dice uno de sus amigos, “español con saharaui para ellos es muy mala mezcla”. En la antigua capital de Río de Oro tuvo la oportunidad de conocer a un personaje carismático: Semlali Mohamed Fadel, más conocido como Bouh, un saharaui discapacitado que fue capaz de salvar de la destrucción la iglesia española de Nuestra Señora del Carmen que se ha convertido, tras la demolición del histórico fuerte colonial, en la única huella española importante de Dajla, la antigua Villa Cisneros.
En Mauritania descubrió dos cosas sorprendentes. Una, positiva: el patrimonio bibliográfico que se conserva en la ciudad de Chingueti y que constituye un elemento esencial de la ancestral cultura del país Bidán; otra, lamentable: la supervivencia de la esclavitud, a nivel oficial hasta 1981 y en el plano real, hasta hoy mismo, aunque sin ese nombre.
El objetivo final de Vaquerizo deviene al final imposible. No logró penetrar más que en un pequeño punto remoto del Sáhara libre, el antiguo puesto español de Miyec, desde donde los militares saharauis le impiden desplazarse hasta el muro para evitar el peligro que supone el minado de la zona aledaña por los ocupantes. Pero lo que si le resultó factible fue llegar a un par de conclusiones: constatar cómo en cualquier lugar del Sáhara occidental, sea en las poblaciones o en el campo, se recuerda con nostalgia y cariño a los españoles -que no al gobierno español, que les abandonó a su suerte y ha traicionado una y otra vez sus compromisos- e incluso se guarda una buena imagen de Franco, y en qué forma los saharauis han podido conservar la lengua española gracias a los miles de adolescentes que fueron acogidos en Cuba para realizar sus estudios medios y superiores durante varias décadas, lo que ha supuesto que las nuevas generaciones sigan hablando nuestro idioma pero, eso sí, con acento antillano.
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