Rolón-Barada revela secretos en la vida de Sara Montiel, la más universal de las estrellas españolas

Reseña del libro sobre la figura de Saritísima

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Sara Montiel “fue sin duda la actriz española de mayor alcance y proyección mediática a nivel internacional” afirma rotundo Israel Rolón-Barada, autor de una nueva biografía sobre la famosa artista manchega titulada “Sara Montiel. La mujer y la estrella más allá del mito” (Almuzara) en la que aporta datos inéditos. La ha escrito utilizando para ello una documentación exhaustiva basada en entrevistas que tuvo con la propia Antonia Abad y con su familia, así como las aparecidas en los medios informativos, amén de las publicaciones e incluso sus memorias, aunque puntualiza que “es necesario advertir el hecho de que Sara mentía y que nunca llegó a revelar ciertos aspectos de su vida… en ocasiones, llegaba a distorsionar la verdad y la realidad con toda naturalidad”. El autor intenta honestamente restablecer la verdad.

 

Describe pormenorizadamente la actividad profesional de Montiel, aspecto que, en sus líneas generales, es bien conocido. Desde sus primeras experiencias en la España de los años cuarenta en papeles secundarios; su ascensión al protagonismo en Méjico; la breve, pero fecunda, experiencia norteamericana -donde aprendió muchos secretos sobre el rodaje de películas-; su dedicación al cine musical y melodramático -que le llevaría a la fama internacional-; y la última etapa, centrada en actuaciones teatrales y en directo. Y recuerda algunas anécdotas, como la de que en “Yuma” tuvo que ser doblada por Annie Dickinson porque hablaba muy mal el inglés o que “El último cuplé” se rodó con tan escaso presupuesto que no hubo dinero para repetir escenas, ni para doblar su voz en las canciones, por lo que tuvo que interpretarlas ella misma… debidamente rebajadas en dos tonos. Lo que curiosamente le sirvió para consagrarse como cantante de muy peculiar y sensual estilo, que la convirtió, en famosa, además de en icono gay.

 

Pero quizá lo más novedoso de la biografía de Rolón-Barada es lo que relata sobre su vida personal. Así afirma que tras el patronazgo inicial de Ángel Ezcurra hubo una situación de abuso sexual que padeció cuando era adolescente, al punto de que su hermana Ángeles calificó a su protector de “canalla” y añade que de quien estuvo enamorada la joven Antonia fue de José Ángel, el hijo de aquél, cosa que no gustó nada en la familia valenciana. En cuanto a Miguel Mihura, fungió como una “figura paternal que le ofrecía la seguridad que nunca había experimentado hasta entonces”. ¿Fue solo Pigmalión o también amante? El autor cree que ”la diferencia de edad y la minusvalía física del escritor permiten dudarlo…“ lo que no menoscaba la intensa relación docente, de discípula y maestro que pudiese haber existido. De hecho, le pagó el viaje a Méjico donde le sustituyó como maestro León Felipe.

 

Allí tuvo al que califica como su primer “marido”, una tal Juan Plaza, comunista español exiliado en Méjico, que fue su amante y administrador, aunque nunca su esposo por la sencilla razón de que… estaba casado. Dice de él que pudo ser “el padre biológico de su hijo secreto en este país” y que acabaron como el rosario de la aurora porque Plaza “había estado malversando o administrando indebidamente los ingresos de su pareja y protegida”, causándole la pérdida de la casa que había comprado en Cuernavaca. Y añade que en esta etapa Sara pudo padecer también un aborto de criatura sietemesina.

 

Anthony Man sí fue un marido legal, el primero de los cuatro que tuvo- y para el autor el hombre que más le quiso y el que mejor le enseñó cine, pero a la vez quien no la seleccionó para protagonizar “El Cid”, para cuyo papel prefirió a Sofía Loren. Cuando la distancia geográfica impuso la separación, Montiel se casó con Chente Martínez Olalla en el matrimonio más efímero de su vida -no superó el viaje de novios- pese a que el nuevo marido siguió ejerciendo como su representante y administrador durante muchos años. Hasta la aparición del periodista mallorquín Pepe Tous, que centró su vida personal, profesional y familiar y con quien adoptó a sus dos hijos: Thais y Zeus. Todo ello en el contexto de un asendereada vida sentimental que incluyó relaciones con Joseph Kanter, Marice Ronet, Gian Carlo Viola del Duca, entre otros. ¿También Severo Ochoa, como ella manifestó reiteradamente? Su biógrafo lo pone en tela de juicio. Cree que fue una “relación científico-médico-amorosa“ que le permitió superar una antigua patología tuberculosa recurrente, pero cuya “veracidad se ha puesto en tela de juicio en diferentes ocasiones y desde varios ángulos”, por lo que ”viene a ser una de sus historias amorosas más conflictivas”.

 

Todavía le quedaba un episodio más a su vida sentimental, al que califica de “farsa” y “error”: la boda con el cubano Tony Hernández “fuente de conflictos de todo tipo en lugar de una historia romántica (que) terminó convirtiéndose en una experiencia contraproducente y una historia destructiva” en la que, por cierto, sus hijos se negaron rotundamente a participar. Triste epílogo de uno de los rostros más hermosos del cine español y de una mujer deseada que acabó acaso convertida en caricatura de sí misma. En todo caso, el de Rolón-Barada es un trabajo muy completo que hace de “Sara Montiel. La mujer, y la estrella más allá del mito” la biografía posiblemente definitiva de la artista manchega. Quizá hubo que esperar a su fallecimiento para que haya sido posible escribirla y publicarla.

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