“Amor en la villa del mar Blanco”, una novela del autor saharaui Ali Salem llena de simbolismo

La literatura saharaui en español emerge como una nueva rama del fértil árbol de las literaturas hispánicas y Ali Salem es uno de sus principales representantes

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Ali Salem, autor de Amor en la villa del Mar Blanco

 

La asendereada peripecia vivida por el pueblo saharaui durante el último cuarto del siglo XX a consecuencia del precipitado abandono de aquel territorio por España ha inspirado la obra de muchos autores de ese país y ha dado lugar a la publicación de numerosos textos. Pero el caso de Amor en la villa de mar Blanco de Ali Salem (Libros.com) es algo diferente porque, sin merma de su valor testimonial, el autor ha optado por situar aquella tragedia en el contexto de una obra de ficción esencialmente simbólica en la que elude en muchos casos la cita de topónimos concretos e incluso de colectivos foráneos y los sustituye por denominaciones imaginativas que no impiden al lector avisado identificar su correcta identidad sin problemas.

 

El autor sitúa dicha peripecia en torno a las sucesivas generaciones de una familia ilustre de la tribu Ulad uld Musa: la del Mahfud, el notable de la cabila y cabeza de familia, que ejemplifica la vida de la sociedad nómada cuando ésta se desarrollaba en un trasiego constante en busca de pastos para el ganado, lo que lleva sus componentes a peregrinar desde el interior, desde la tierras de Beruaga, hasta la costa, en el litoral cercano al poblado de “Ocaso” y a la villa del mar Blanco; la de Ahmedu, su hijo, que vive en una sociedad ya sedentarizada y en contacto con “los marineros” de la villa, que hablan otra lengua y tienen diferentes costumbres, pero con los que establece sólidas y amistosas relaciones y a cuya escuela manda a sus hijos Sidi y Leila; y la de la tercera generación, la de Sidi, que sufre en plena infancia el trauma de la huida de “los aviones incendiarios de los hombres del Norte” para encontrar cobijo en “la meseta pedregosa” desde la cual acabará emigrando al país “de los bosques fríos  las cumbres blancas”, donde reencuentra a viejos amigos “marineros” y halla el amor. Tras este lenguaje se esconden los principales grupos humanos que se encontraron y convivieron en el desierto: junto a los saharaui y, los españoles y dentro de estos, en la diáspora, los vascos.

 

Ali Salem ha escrito una narración que habla de amor, de convivencia y de nostalgia, pero también de exilio, y que posee notable belleza literaria. Describe además la vida nómada con extraordinario colorido merced a su conocimiento de ella por ciencia propia y la adereza con la cita de numerosas leyendas procedentes de la tradición saharaui (la de la diablesa con patas de burro, el ladrón de paja, el hombre que encontró un mar de leche, la cabra con cuernos dorados), leyendas que se contaban en las jaimas por la noche a la luz de la lumbre; incorpora textos poéticos de la literatura oral del país Bidán; y engarza el español que utiliza con la oportuna transliteración de muchos términos procedentes de su idioma materno, algunos de los cuales han obtenido plena carta de naturaleza en el idioma de los “marineros”, una lengua que Sidi ha acabado haciendo también suya. Como el es el caso del propio autor. 

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