“Monte de Sancha”: el amor imposible durante nuestra última guerra civil (Renacimiento)
Mercedes Formica, falangista de la primera hora y feminista avant la lettre, escribió una novela de amor en tiempos de odio
Hay personajes que desmontan estereotipos firmemente asentados. Tal es el caso de la abogada Mercedes Formica que, habiendo estado vinculada durante su etapa de estudiante en los inicios de la Falange, desarrolló luego una intensa labor en la defensa de los derechos de la mujer, sobre todo en casos de disenso matrimonial, al punto de que, gracias a su influencia, se consiguió cambiar la legislación española sobre dicha cuestión. Formica, que pese a sus orígenes ideológicos no ocupó ningún cargo durante el régimen anterior, se dedicó exclusivamente a su profesión jurídica y tuvo tiempo para desarrollar otra de sus aficiones: la literatura. Y de este modo fue autora de varias novelas que consiguieron situarse como finalistas en ciertos premios literarios, cual fue el caso de Monte de Sancha, que quedó con dicha posición en los premios Ciudad de Barcelona.
Renacimiento/Espuela de Plata recupera dicho texto y lo enriquece con un estudio de la vida y obra de Formica de Miguel Soler Gallo y un prólogo de Elvira Roca Barea. Dice Soler que “Formica huye de sentimentalismos y utiliza elementos que sitúan la obra en otro estilo narrativo: naturalismo tremendista, espacios desolados, silencio ambiental, olores nauseabundos, impronta de destrucción y muerte” Y es bien cierto todo ello. Situada la obra en la Málaga de los años republicanos, la autora refleja la situación de enfrentamiento que sería el caldo de cultivo del dramático conflicto bélico. “La revolución -dice- iba siendo un hecho cada vez más inminente”. Todo ello en el contexto opresivo de una ciudad muy provinciana en la que compartían espacios diferenciados colectivos que no se mezclaban entre sí más que accidentalmente: por una parte, una clase aparentemente acomodada, pero en muchos casos venida a menos, y residente en el barrio de La Caleta que “continuaba siendo un paraíso, es cierto, pero era ya un paraíso perdido. Dentro de sus villas, abarrotadas de porcelanas, de restos de plata antigua, de muebles refinados, existía una medianía económica, ciertamente disimulada”. Por otra, un proletariado asentado en barrios empobrecidos como La Trinidad donde “los carteles de propaganda habían aumentado. Ya no se limitaban a pedir la muerte de los fascistas en general. Ahora señalaban el exterminio de muchos con sus nombres completos”.
Margarita Bradley es “caletera” y pertenece a aquel mundo teóricamente satisfecho pese a que vive con estrecheces, pero el azar quiere que se enamore de un muchacho de su edad, pero de la otra zona urbana, el escultor Miguel García, hermano de quien, cuando se produce la insurrección de julio de 1936, se erige como presidente del comité de Salud Pública del que dependen vidas y haciendas. La relación que se establece entre ambos jóvenes provoca los celos violentos de Victoria, que pretende al mismo hombre, por lo que aprovecha el fracaso de la insurrección en la ciudad para tomar cumplida venganza.
Explicitados estos elementos narrativos no sería, sin embargo, justo reducir a “Monte de Sancha” a la mera condición de novela romántica. Que lo es también, pero no solo eso, porque constituye también una descripción muy atinada del ambiente que precedió en una ciudad española como tantas otras al estallido de la guerra civil. Y Formica lo hace desde su perspectiva, ciertamente, pero sin los maniqueísmos de tantas otras novelas análogas. Su recuperación por Renacimiento parece, por consiguiente, muy pertinente.
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