“Mecánica popular”: una nueva colección de relatos breves de Pedro Juan Gutiérrez

El escritor cubano reincide en un género en el que es maestro, pero en este caso sin la fuerte dosis de contenido erótico de anteriores títulos (Anagrama)

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Un detalle de la portada del libro. Foto: Anagrama

 

“Mecánica popular” fue una revista estadounidense de ciencia, técnica y bricolaje que en su edición en lengua española tuvo una notable difusión en nuestro país hace unas décadas y que, según compruebo por las redes, sigue publicándose en la actualidad. Pero no vamos a referirnos a ella sino al título de la obra del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, que evocando dicha publicación en el título y en uno de los relatos, edita su habitual sello de Anagrama.

Diría que Gutiérrez se caracterizó en obras anteriores por dos peculiaridades: su predilección por el relato corto y su afección por la temática de alto contenido erótico o, más aún, por un tratamiento del sexo con una perspectiva desgarrada, cuando no expresada en forma claramente barriobajera. No es el caso de esta nueva colección de relatos breves que se caracterizan, a su vez, por dos notas diferentes. Una de ellas es la existencia de una cierta ilación entre algunos de los personajes que los protagonizan, en particular un tal Carlitos, que aparece desde las peripecias de su infancia hasta los lances laborales y amorosos de su madurez, pasado por el período de su servicio militar y del que dice que “su vida era una mezcla de epicúreo y estoico y un poquito de cínico”. A Carlitos, de algunas de cuyas numerosas novias escribe, le gustan “las mujeres maduras (por qué) querían sexo, conversar, pasarlo bien (y) unca hablaban de hijos y matrimonio”.

Y otra nota es el tono mucho menos erótico de los textos narrativos, aunque no falten elementos de ese tenor. Desde el más poético y sugerente del primer relato, sobre la relación entre los actores Nancy y Andrés cundo deciden recuperar el calor de antaño (“Anoche soñé que hacíamos el amor”), a otros en los que resurge el Gutiérrez picante, si bien en un tono más comedido.  Así el relato sobre Mercedes, cuyo mayor estímulo sexual es la pelambrera de sus axilas; o el que dedica a la mulata Zayda que, para asombro de Carlitos y pese a su condición de cuarentona, es todavía “señorita” (“Una virgen en este país? ¿tú eres extraterrestre o qué?) y a la que pide como máximo estímulo de excitación que no se lave: “me gusta ese olor tuyo”. También pone de relieve la amplia el temprano despertar de la sexualidad en la isla, la generalizada permisividad, o la desenvoltura de cierta relaciones de pareja, como la formada por Marian y Alberto, un “matrimonio abierto” en el que ella compatibiliza su marido -que no le va a la zaga- con 684 amantes: “le gustaban los jóvenes vigorosos, incansables, mejor su eran negros”. Todo lo cual no exime de la presencia tormentosa de los celos. 

Son relatos de gentes del común, condenadas a una vida gris en un país con pocas o nulas esperanzas de progreso y realización personal, con familiares o conocidos en el extranjero y que sueñan con emigrar o conseguir regresar al exterior, caso del marinero Manelik, atrapado en Cuba por haber vuelto por el fallecimiento de su padre poco antes del cierre de las fronteras. 

Y, dato importante, Gutiérrez desliza como al desgaire y por boca de sus personajes numerosas pullas sobre el régimen cubano. La escasez: “No hay, no hay, no hay. Todo va a parar a lo mismo”, “Escasez de muchas cosas, economía retenida y en retroceso”. No faltan críticas de las campañas originadas por un voluntarismo absurdo, como el caso de deforestación de una zona para el sembrado de arroz, propósito que resulta inviable porque “las tierras eran salitrosas”. En todo caso, lo más prudente es esta regla: “Hay que tener cuidado y no sobresalir. Te esfuerzas al máximo y te destacas y el premio puede ser tu perdición”. Una situación que requiere suma prudencia: “Él no comentaba nada. En parte porque no le interesaba, ni era un problema de él, y en parte porque lo mejor era no hablar de política para no buscarse problemas. Todo era política”. Ni siquiera cuando se trata de opinar sobre un suceso internacional, cual la invasión rusa de Checoslovaquia: “Algunos de los muchachos pensaron que aquello era un abuso de un país enorme y poderoso contra un país pequeño. Pero nadie se atrevía a protestar”.

“Mecánica popular” es una obra de ficción pero, como puede comprobarse, muy enraizada en la realidad del país de origen de su autor.

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