“Arena en los ojos”: un recorrido sentimental por la huella de España en Marruecos y África Occidental

La poeta y periodista Laura Casielles recorrió las dos zonas del antiguo protectorado español en Marruecos, así como Ifni y el Sáhara Occidental, y ha dejado constancia de la pervivencia de nostalgia por España

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Un detalle de la portada del libro. Foto: Libros del KO

 

La memoria de los últimos rezagos de la colonización española en África parece que suele ser patrimonio o bien de los supervivientes de aquella etapa histórica, o bien de los historiadores. Laura Casielles no es ninguna de las dos cosas, pero sí periodista y poeta y ha tratado de descubrir la huella que dejó aquella experiencia colonial en un libro de viajes titulado “Arena en los ojos. Memoria y silencio de la colonización española en Marruecos y el Sáhara Occidental” (Libros del K.O.) 

La autora recorrió la zona norte del antiguo protectorado y pasó por Tetuán, Alhucemas, Axdir -la antigua capital de la República del Rif creada por Abd el Krim que no se consideraba a sí mismo marroquí-, Larache y la antaño ciudad internacional de Tánger-, siguió luego por Ifni y recaló finalmente en las dos principales ciudades septentrionales del Sáhara Occidental ocupado (El Aaiún y Smara), culminando su periplo con una visita a los campamentos de refugiados saharauis en los alrededores de la ciudad argelina de Tinduf. En el transcurso de dicho itinerario fue recogiendo numerosos testimonios que ha completado con el recurso a una amplia bibliografía sobre tales territorios.

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A diferencia de quienes han analizado aquellas experiencias colonizadoras desde la frialdad de los documentos, y los han hecho con apriorismos, cuando no con perjuicios, Casielles ha optado por recurrir a muchos testimonios personales no tanto de españoles, sino sobre todos de autóctonos de los citados territorios. Y resulta curioso comprobar como comprueba que hay una visión sorprendentemente amable de aquella experiencia colonizadora. En Tetuán le dicen que “«esto no era colonización, sino un protectorado». O «Se vivía mejor entonces que ahora». O «Los españoles y nosotros, hermanos»”. Y añade: “Hablan de convivencia los españoles que estuvieron allí y que siguen refiriéndose a los moros como hermanos sin demasiada necesidad de autocrítica; y hablan de convivencia los moros en cuestión, ancianos que a menudo sorprenden en las conversaciones recordando la época del protectorado incluso con nostalgia. La idea, además, aparece de manera transversal a ideologías y estratos sociales”.

Pudo influir en ello el hecho de que “más allá de la fuerte presencia militar, los españoles que acudían al protectorado eran a menudo obreros, agricultores, artesanos, pequeños comerciantes que vivían en condiciones muy similares a la población local. Esa idea de la colonización de pobres sigue siendo, de hecho, uno de los puntales que sostienen aún la idea de la excepcionalidad de la empresa colonial española”.

El caso es que la independencia no fue vista por todos como una panacea: “Recuerdo como si hubiera sido hace un momento algo que me dijo una de las primeras personas con las que hablé sobre el protectorado en toda mi vida. Fue en mi primer viaje a Tetuán. Se llamaba B. y yo nunca antes había escuchado una postura como la suya: «Para nosotros, la independencia fue una segunda colonización». Ahora ya casi me he acostumbrado a que «estábamos mejor con el protectorado» sea una constante en las conversaciones que mantengo, sobre todo con gente mayor: una aparente contradicción que no deja de sorprenderme, pero que tiene sus razones”. Y en esta evocación positiva incluye, para asombro de los propios españoles, la figura del hoy denostado generalísimo: “Yo creo que Franco no era tan malo como dicen” le confiesa su casero tetuaní.

Ni que decir tiene que esta nostalgia de la época española se acentúa en Ifni donde ahora mismo “se siente el peso de ese tiempo detenido. Nadie madruga en un lugar donde no hay nada que hacer. En este vacío se respiran la falta de perspectivas, la desocupación, la certeza de que allí no pasa nada desde hace mucho”. Y recuerda lo ocurrido en 2016 cuando un grupo de infnieños protagonizaron una manifestación, con ocupación incluida de un antiguo inmueble español abandonado, en la que reclamaban la recuperación de su nacionalidad española.

Y lo mismo cabe decir del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos donde pudo constatar que “en este tiempo también se ha borrado, a menudo de manera intencionada, buena parte de la memoria española de la ciudad… (que) se revela en muchos ámbitos, desde la persecución del idioma o el cambio de la toponimia hasta la destrucción física de patrimonio arquitectónico e incluso arqueológico”, al punto de que es un saharaui particular quien intenta conservar el recuerdo de España en su tiende del Zoco nuevo convertida en museo.

Casielles cita personajes interesantes como Colombine, la única mujer corresponsal de guerra en las campañas de Marruecos o datos poco conocidos, tal la existencia del emirato de Nekor cuando Marruecos no existía.

Finaliza constatado que el lamentable final que tuvo la presencia española en el Sáhara ha creado en la antigua metrópoli una situación esquizofrénica: “por un lado, todo el espectro político acepta, por una razón o su contraria, que el modo en que se dio el final de la colonización fue un error”. Que medio siglo después no ha sido aún enmendado pese a que, como recuerda, España sigue siendo a los ojos de la ONU, la potencia administradora “de iure” del territorio.

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