Samuel del Campo, el diplomático chileno que salvó la vida de más de 1.200 judíos polacos

Jorge E. Schindler reivindica la figura de su homólogo quien, siendo cónsul en Bucarest durante la segunda guerra mundial, protegió a los polacos, muchos de ellos judíos, evadidos de su país tras la invasión alemana

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Catalunyapress llibredalm3oct24
Un detalle de la portada del libro

 

Existió durante la segunda guerra mundial una callada labor humanitaria desarrollada por iniciativa propia, y por lo general a su riesgo, que estuvo a cargo de ciertos diplomáticos de diferentes países -algunos de ellos españoles- horrorizados ante las deportaciones masivas de judíos organizadas por los nazis, y que desplegaron sus herramientas profesionales con el fin de procurarles amparo y evitarles tan triste destino. Entre ellos ocupa un lugar de honor el chileno Samuel del Campo, cónsul general y encargado de Negocios en Bucarest que, tras la invasión alemana de Polonia y habiendo accedido Chile a representar los intereses de este país en Rumanía, aliado entonces de la Alemania nazi, tuvo que desplegar todas sus capacidades para tratar de atender a los numerosos polacos refugiados--se calcula que más de 350.000-, entre los que había una importante colonia judía a la que otorgó su amparo. Muchas décadas después recupera la memoria de esta meritoria labor el también diplomático chileno Jorge E. Schindler en “Más alá de la diplomacia. La inédita historia de Samuel del Campo” (Renacimiento).

Según relata Schindler, que ha investigado en los archivos de la cancillería chilena y aporta numerosos documentos, su gobierno mantuvo durante aquellos años una obstinada neutralidad en la contienda mundial -se resistió mucho tiempo a declarar la guerra a Alemania- y aplicó una política muy restrictiva con respecto a la emigración basada en prejuicios racistas, antisemitas y religiosos, lo que repercutió directamente sobre los cientos de miles de personas que huían de la barbarie nazi. “Ante este drama humanitario --conocido por las autoridades de tres distintos gobiernos (uno de ellos del Frente Popular)-, resulta insólita la aplicación en Chile de criterios de exclusión y selectividad similares a la legislación nacionalsocialista, lo que constituye un capítulo poco conocido de nuestra historia muy difícil de comprender considerando el signo democrático de los gobiernos de la época”.

Transgrediendo las normas que recibía de Santiago de Chile, Del Campo auxilió a numerosos ciudadanos polacos, muchos de ellos de etnia judía, refugiados en Bucovina -entonces agregada a Rumanía con Besarabia- que estuvieron amenazados de deportación a Transnistria como paso previo a su destino a campos de concentración. Designó un representante consular en la región que expidió numerosos documentos en su nombre e incluso consiguió del gobierno rumano colaboracionista que las normas dictadas contra los judíos rumanos no se aplicaran a los extranjeros, caso de los polacos.  El posterior establecimiento de la Gestapo en el país dificultó su actividad e incluso supuso la retirada por los agentes alemanes de los documentos chilenos había facilitado, pero aun así se calcula que consiguió salvar de la deportación a más de 1.200 judíos.

La ruptura de relaciones de Chile con Rumanía en 1943 supuso el término de dicha labor y el traslado de Del Campo a Suiza. Pero entonces fue denunciado por la labor realizada en Bucarest: se le echó en cara haber ocupado el edificio de la Legación de Polonia, utilizado los fondos de ésta -para auxilio a los nacionales de dicho país- e incluso vendido el coche del embajador de Varsovia, acusaciones que, llegadas a oído de Berna, supusieron que se le negara el plácet en su nuevo destino y por último su destitución. Del Campo no se reincorporó a las tareas diplomáticas e incluso no regresó nunca a Chile, pero al cabo de los años Israel le agradeció su salvífica labor y le concedió el título de “Justo entre las Naciones”. Schindler le hace ahora justicia recuperando también su memoria. 

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