Roberto Vaquero estudia en 'El fascismo en España' el pasado y el presente de este movimiento ideológico

El auge de los fascismos europeos se produjo durante la primera mitad del siglo XX como reacción al triunfo del comunismo en la antigua Rusia y la evidente sensación de que se podía producir un contagio en el resto del continente. Hay, por ello “posiciones encontradas acerca de la definición de «fascismo»; desde la marxista que lo caracteriza como dominación autoritaria de la burguesía, o como la dictadura terrorista del capital; hasta definiciones académicas que lo definen como categoría histórica, describiendo un movimiento con una visión nacionalizadora de masas, caracterizado por la violencia, la importancia de determinada simbología nacionalista y, sobre todo, del líder”. Así lo contempla Roberto Vaquero en su ensayo sobre El fascismo en España (Renacimiento)

Se trata de un texto de divulgación en el que el autor hace una digresión histórica sobre los principales movimientos fascistas habidos en nuestra país y surgidos durante la segunda república: así “La Conquista del Estado” de Ramiro Ledesma, las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, de Onésimo Redondo, que unieron sus esfuerzo en las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista y se acabaron sumando a la Falange Española creada por José Antonio Primo de Rivera. Pero también se refiere a otros movimientos no expresamente fascistas pero cuyos perfiles permiten asociarlos a estos: así las Juventudes de Acción Popular -rama juvenil de la CEDA-, Renovación Española, la Comunión Tradicionalista y el Partido Nacionalista Español de Albiñana. Entidades que acabarían refundidas, en 1937, un año después de iniciada la guerra civil y sumadas todas ellas a la insurrección militar, en el partido único del nuevo Estado que sería acaudillado hasta su muerte por el propio Franco y sería bautizado como FET y de las JONS.

Aunque utilizar en el momento actual la palabra fascismo es como mentar la bicha, Vaquero evita todo dogmatismo y analiza las diversas corrientes ideológicas con ponderada objetividad. Pone desde luego el acento en resaltar el militante antimarxismo de todas ellas, así como su apuesta por la violencia como herramienta de actuación política -aunque también recuerda tanto la resistencia que puso a su utilización como represalia José Antonio como la generalización de esa misma herramienta por parte de las fuerzas de izquierda adversarias- y su subordinación a la munificencia de los grupos capitalistas e incluso de las élites empresariales vascas, pero a la vez destaca las diferencias entre cada une de ellas, subrayando el republicanismo de Ramiro Ledesma o de Primo de Rivera, frente al monarquismo militante de los tradicionalistas o albiñanistas y la indefinición de los cedistas. También resalta que, a diferencia de los fascismos foráneos, los españoles estuvieron fuertemente ligados -salvo en el caso de Ledesma-, a un evidente raíz católica. La extinción del régimen franquista con la muerte del generalísimo hizo resurgir grupúsculos que se consideraron de alguna manera herederos de los anteriores tales como las varias versiones de Falange Española, pero también algunas entidades nuevas como el Movimiento Social Republicado, la Liga Joven o Hogar Social.

El autor completa su ensayo con un anexo en el que reproduce algunos textos, particularmente de Ledesma -a quien considera minusvalorado durante el franquismo por considerarle excesivamente “revolucionario”- y de Primo de Rivera, así como documentos generados por los propios partidos o movimientos citados.