'Herencia', un imaginativo vuelco al inicio de la transición
Con la cita de numerosos textos de la época y la alusión a muchos personajes históricos, Jesús Gallego imagina un desarrollo distinto del que fue real en los días que siguieron a la muerte de Franco
El cincuentenario de la muerte de Franco no solo ha inspirado al gobierno la organización de numerosos actos con el fin de traer la memoria de los españoles actuales aquel momento decisivo en la historia de nuestro país, sino que también por lo que parece empieza a servir de motivo de inspiración a los escritores. Jesús Gallego hace con su novela Herencia (Rocaeditorial) una apuesta arriesgada: fabular sobre lo que hubiera podido ocurrir de haber discurrido aquellos días posteriores al fallecimiento del generalísimo de forma distinta a como se desarrollaron realmente.
Innecesario es decir que la muerte de Franco supuso un cambio de época, pero también una experiencia que fue con toda seguridad vivida de forma harto diferente por todos y cada uno de los españoles. El autor imagina cómo pudieron hacerlo varios protagonistas dispares: así el ex combatiente carlista Jaime Llopis-Bofill -que por cierto, nos ha recordado a un personaje histórico real-, integrado en el sistema, aunque más bien partidario de que la sucesión hubiera culminado en otro candidato, la pareja de modestos trabajadores formada por Francisco y Manuela, ésta hija de un represaliado de la posguerra, que se desplaza desde su pueblo extremeño a Madrid para contemplar en directo la ceremonia del entierro del generalísimo, el joven José Luis Murillo, hijo de “coreanos” -nombre despectivo que recibieron los emigrantes “maquetos” en el País Vasco de la posguerra- pero que acaba seducido por el mesianismo homicida de ETA y la familia Elorza, de honda raigambre nacionalista vasca, enfrentada involuntariamente a causa de las actividades de su hijo con el propio terrorismo etarra. Situaciones peculiares, incluso contradictorias, pero con las que el autor trata de reflejar las diversas reacciones producidas a nivel personal por aquel hecho biológico destinado a cambiar la historia de nuestro país.
Gallego utiliza numerosas citas de los textos periodísticos o radiofónicos de la época para contextualizar adecuadamente su relato e incluye en su novela numerosos personajes históricos, entre ellos y además de los principales, que era imposible eludir, a otros que imbrica en la propia trama narrativa como los comisarios Conesa y Ballesteros o el tristemente famoso torturador policial conocido como Billy el Niño.
El lector avisado advertirá posiblemente algunas licencias históricas, como la inverosímil peripecia de los dos soldados desertores de uno de los Ejércitos que acaban siendo poco menos que héroes en su mismo bando o el divertido flirteo entre el general Pinochet e Imelda Marcos en pleno funeral de Franco. Audacias literarias que, en todo caso, enriquecen el valor narrativo de una novela como ésta que tiene además algo de thriller e incluso una curiosa e imaginativa sorpresa final.
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