Un francés quiso autoproclamarse emperador del Sáhara a principios del siglo XX
Jaques Lebaudy pertenecía a una acaudalada familia de industriales azucareros y su espíritu de aventura estuvo a punto de acabar mal
El autor saharaui Baba Busswaia novela la asendereada e increíble -pero muy real- peripecia del francés Jacques Lebaudy, perteneciente a una acomodada familia de industriales del azúcar que a principios del siglo XX y sin conocimiento alguno del país y de sus gentes, decidió navegar desde Madeira y Gran Canaria a la costa occidental de África para crear un imperio del que sería su monarca. “Era -dice el autor- un hombre con grandes aspiraciones, pero con un conocimiento limitado del desierto y de sus habitantes”. No sería arriesgado añadir que, más que limitado, nulo. Porque de haber conocido la psicología de los hombres del desierto, reacios no ya a cualquier poder foráneo, sino incluso a cualquier presencia humana extraña, y más aún a la de quienes no fuesen musulmanes, se hubiera abstenido prudentemente de emprender su insensata su aventura.
Baba desarrolla convincentemente el inicio de la locura de Lebaudy, que recaló en dos puntos de la costa. En el primero, Tafraut, decidió instalar Troja, que habría de ser la capital de su imperio, y dejó desembarcados como adelantados a cinco de sus marineros, rápidamente secuestrados por las tribus aledañas, mientras que en el segundo punto quiso fundar otra ciudad, Polis y pretendió dejar también asimismo a otros marineros, propósito que se frustró por la rotunda -y muy atinada- negativa de los seleccionados a permanecer en tierra.
A partir de ese momento, el desarrollo narrativo dedica mayor atención a la peripecia de los secuestrados que a la actividad de Lebaudy y lo entrelaza con la historia de las pretensiones del nativo Mbarek -que habría aprendido inglés con las gentes de Mackenzie cuando escocés anduvo por estos pagos- por el amor de Maryam, en competencia con un tal Alwaer. Ateniendo a los testimonios historiográficos disponibles, tal parece que Baba endulza el trato que reciben los prisioneros, puesto que la práctica habitual era o bien su ejecución inmediata o bien su esclavitud, en este caso sin perjuicio de poder aceptar su canje a título de rescate pero, en cualquier caso y en el ínterin, teniendo que padecer durante su secuestro un trato degradante. Ello no obstante, la novela está en líneas generales bien documentada y correctamente desarrollada y le lee con interés.
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