¿Quiénes no conocen la vergüenza?

Dijo Borsellino que “es bonito morir por aquello en lo que crees; quien tiene miedo muere a diario, quien no tiene miedo sólo muere una vez”

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Ayala
Giuseppe Ayala e dietro di lui Giovanni Falcone e Paolo Borsellino

 

Este verano hará 33 años que la mafia asesinó a los jueces sicilianos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino (con dos meses de diferencia). Ya hace un tiempo, Giuseppe Ayala –quien fuera el fiscal del Maxiproceso contra la mafia siciliana (juicio que duró casi dos años, entre 1986 y 1987)- publicó el libro Quien tiene miedo muere a diario (Gatopardo) donde daba cuenta de esa causa y explicaba su estrecha relación y camaradería con aquellos dos magníficos jueces y excepcionales seres humanos.

Dijo Borsellino que “es bonito morir por aquello en lo que crees; quien tiene miedo muere a diario, quien no tiene miedo sólo muere una vez”. No sé si es bonito morir por lo que sea, pero, en cualquier caso, hay que distinguir el miedo de la prudencia. Estos jueces antimafia tenían una mirada serena y grave, un rostro inteligente que sabía tranquilizar y eran capaces de excusarse por la indiferencia o el coraje reducido que habían impregnado algunos de sus años anteriores. A partir de unas vivencias experimentaron rabia, indignación y dolor. Pero no sólo eso, también miedo, desaliento y cansancio; al escatimárseles el imprescindible respaldo.

Ciertamente, denunciar determinadas cosas (o actuar en consecuencia) te hace molesto ante quienes tienen poder, lo que te genera complicaciones de distinto tipo. Ayala ha explicado cómo, dentro y fuera de los juzgados, se fue multiplicando la hostilidad hacia Falcone. Tanto daba, había que seguir trabajando sin pausa ni descanso por la decencia social y combatir la bajeza moral y opresora. Ahí reside la heroicidad que los sigue haciendo admirables.

En verdad, todos deberíamos responder de lo que hacemos y dejamos de hacer, asumiendo responsabilidades. Pero, evidentemente, en función de los cargos que desempeñen; algunos tienen mucha más responsabilidad que nadie. Choca que gobernantes irresponsables y carentes de palabra reclamen ejemplaridad a los ciudadanos. Hay políticos que, en privado, discrepan de pésimas e insensatas medidas tomadas por sus jefes para mantenerse en el poder a toda costa. ¿Por qué nadie dimite? Demasiado amor por el poder y por el dinero, demasiado desamor por la decencia y la honradez. Siempre envueltos en falsas excusas.

Todo ello conduce a que las instituciones del Estado queden seriamente degradadas, hundidas en un pozo con cieno. Y nos quieren convencer de que no pasa nada, y que si se hiciera otra cosa vendría el lobo feroz y nos comería. Estamos viviendo un espectáculo vergonzoso que nos conduce de modo inexorable, de trampa en trampa, al Estado mafia. Ayala ha denunciado la confluencia entre mafia, políticos y empresarios; una alianza clientelar. Ha señalado específicamente que la mafia es ante todo un lobby, pues media y hace circular el favor. Se dan indicaciones de que más vale estar a buenas con ella: “quien debe entender lo entiende, y gracias a eso la mafia acaba ganando incluso en las mesas a las que no se sienta”. El sistema sabe cómo producir inseguridad y miedo para obtener aquiescencia y ganar dinero, pretende ser garante del orden y la justicia; incluso se postula como defensa frente a la opresión. Todo queda así contaminado de corrupción económica y moral.

En ocasiones, el sistema sancionador que se emplea es la muerte; es el puntal de la existencia de Cosa Nostra. Dice el fiscal del legendario Maxiproceso que cuando la mafia no mata es como si no existiera, y que, si bien el combate contra ella se libraba en Palermo, sólo se ganaba o se perdía en Roma, la capital del Estado donde se dirimen la toma de las medidas políticas decisivas.

 El siciliano Giuseppe Ayala ha escrito que sus conciudadanos no son nada filomafiosos, como muchos se apresuran a creer. Sin embargo, tampoco son suficientemente antimafiosos, aún cuando desearían que la mafia desapareciera. Lo desean, pero no lo quieren. El siciliano, proseguía Ayala, no posee la cultura del derecho, sino la del favor (que se sitúa al margen de reglas y límites).

De este modo, dentro del Estado llega a anidar la mafia. Hay un párrafo en especial que nos lleva a meditar con vigor y temblor:

“El político más apreciado no es el que sabe dar respuesta al interés general, sino el que consigue hacer más favores, porque eso es lo que el votante espera de él”.

Trasladémonos a España, ¿qué podemos decir? Que cada lector deduzca lo que crea conveniente y no se lleve a engaño. ¿Es posible? Estoy convencido de que es imprescindible una oleada de militancia ciudadana por la sensatez, la honradez y la democracia, que busque con tesón la igualdad y las libertades, siempre con sentido de la verdad y de la vergüenza.

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