Las expectativas sobre la huelga feminista de 2019 son muy altas. Tras el éxito del año pasado con más de 300.000 personas en las calles hemos tenido que trabajar muy duro para seguir avanzando, cuidando más que nunca los procesos de trabajo. A principios de año acudimos en Valencia al V Encuentro Feminista Estatal más de setecientas mujeres, que dimos cuenta de una gran capacidad de organización y unas metodologías de trabajo afinadas durante los últimos años.
Son procesos horizontales, cada comisión local tiene autonomía absoluta y las asambleas sirven para coordinar acciones territoriales y construir juntas consensos que nos permitan articular nuestras demandas. Como en Barcelona, donde hay docenas de comités de barrios con sus propias demandas y reivindicaciones compartiendo experiencias de resistencia para construir un proyecto político alternativo.
AMPLIAR LA HUELGA
Las huelgas de mujeres no han sido nunca solamente laborales. Ya en las primeras huelgas de finales del siglo XIX se organizaban por barrios, compartían los cuidados y exigían sus demandas a los gobernadores en vez de a los patrones.
Los cuidados eran una parte fundamental de las demandas de las obreras, con la huelga feminista se amplía el proyecto. Hemos puesto el foco en la imposibilidad de sobrevivir y de reproducir la vida en el sistema actual. Un sistema que va en contra de la vida, de nuestras vidas, que explota a las mujeres en los trabajos de cuidados como a las camareras de hotel o las internas, que re-victimiza a las mujeres violadas tanto en el sistema jurídico como mediático, que nos discrimina en función de nuestro origen y color de piel.
Pone también de manifiesto las limitaciones del feminismo liberal e institucional, pero también la incapacidad del Estado para protegernos. La huelga lo ha cambiado todo, ha construido redes cada vez más fuertes en los barrios, los pueblos y las ciudades. Redes que construyen alternativas y que salen a las calles a gritar 'si nos tocan a una, nos tocan a todas'. Pero no está todo el camino andado, queremos practicar un feminismo que defienda con la misma fuerza a una mujer violada durante los San Fermines que a una en los campos de Huelva.
Se trata de construir juntas alianzas para un feminismo en el que nos identifiquemos con todas las mujeres, independientemente de donde hayan nacido, que el grito 'hermana, yo sí te creo' sirva para desmontar no solo la justicia patriarcal sino una justicia racista y colonial.
DEFENDER LOS PROCESOS
Con nuestras limitaciones, la huelga sigue siendo de las asambleas. Con el éxito del movimiento feminista tanto partidos como organizaciones han intentado capitalizarla, intervenir en sus procesos. El año pasado una de las disputas por la huelga pasaba por la cobertura sindical, parecía que aquel sindicato que consiguiera marcar las demandas laborales podría liderar la huelga. Pero no fue así. Nuestros procesos se fortalecen con la experiencia, desde el primer encuentro estatal hasta las asambleas de barrios entendemos la huelga como un proceso a través del cual construir un proyecto político y no como un acto simbólico el 8 de marzo. Nuestras demandas tienen que ver con la desigualdad laboral, la híper-explotación en las jornadas, el racismo tanto en el proceso de selección como en los puestos de trabajo a los que accedemos y la precariedad de las condiciones y los salarios, por supuesto, pero van mucho más allá de las competencias de los sindicatos. La historia se repitió un año más tarde, con el debate sobre la abolición de la prostitución y la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales, defendimos la asamblea como el lugar en el que hacer el debate y tejer los consensos. Un lugar en el que trabajar desde el respeto y el cuidado y en el que no pueden imponerse votaciones, más propias de las dinámicas de los partidos.
Solo nuestras voces marcarán nuestra agenda y nos tomaremos el tiempo que necesitemos para tomar nuestras decisiones.
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