Cómo Mongolia ha sido el mejor país del mundo en la lucha contra el Covid-19
El país asiático, fronterizo con China, apenas ha tenido contagios y ningún fallecimiento a causa del virus.
Ni Alemania, ni Nueva Zelanda, ni Dinamarca, ni Islandia. La lucha contra la pandemia del Covid-19 tiene, hasta ahora, un país que ha superado al resto tanto en la rápida respuesta como en la firmeza de las medidas adoptadas. Se trata de Mongolia, que apenas ha contabilizado contagios y, lo mejor de todo, ninguna muerte por el coronavirus.
Un país con 3,2 millones de habitantes, pero con el 40 % de ellos apiñados en la capital, Ulan Bator, una ciudad de poco más de un millón de habitantes, con un ambiente muy contaminado. Además, el país cuenta con una infraestructura sanitaria muy alejada de la que existe en los países europeos y en algunos de su entorno.
Sin embargo, la rápida actuación de su Gobierno y la contundencia de sus medidas han merecido el reconocimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera al país como el que mejor se ha enfrentado al virus. Aunque haya pasado casi desapercibido para el resto del mundo.
El hecho de que este país esté rodeado por China y Rusia y muy cercano a la península de Corea le situó muy cerca del epicentro de la pandemia en sus comienzos. Además, miles de mongoles viven y trabajan en Corea del Sur, uno de los primeros focos detectados fuera de China, y las principales conexiones internacionales de Mongolia son con Pekín y Seúl.
RAPIDEZ Y CONTUNDENCIA
Sin embargo, en cuanto las primeras noticias sobre el foco del coronavirus de Wuhan empezaron a llegar al país, los gobernantes mongoles se pusieron en alerta.
Tras la confirmación de las autoridades chinas, el 20 de enero, de que el virus se transmitía con facilidad entre humanos, el Gobierno mongol ordenó, cuatro días después, el cierre de las escuelas. Una semana más tarde restringió los movimientos desde China y poco después optó por el cierre total de sus fronteras por tierra y aire.
Inmediatamente pusieron en marcha un sistema de rastreo para detectar posibles contagios y actuar en consecuencia, con la dificultad añadida de que buena parte de su población es nómada y vive en lugares de difícil acceso.
Además, las autoridades locales decidieron desde el primer momento actuar conjuntamente con la OMS para evitar que la situación se agravara.
RESPONSABILIDAD
Uno de los aspectos más destacados del éxito mongol ha sido la responsabilidad de sus ciudadanos. La debilidad de su sistema sanitario hizo que las recomendaciones emitidas desde las administraciones se cumplieran a rajatabla. El uso de mascarillas, práctica habitual en el país, se extendió hasta el último rincón. Desde enero se impuso, bajo amenaza de multa, la obligación de llevarlas a funcionarios, empleados de banca, comerciantes y a todo el mundo en espacios públicos. Las recomendaciones sanitarias de lavarse las manos se obedecieron, al punto de que se detectó una disminución de los problemas gastrointestinales en los niños gracias a esta práctica.
Quizá por ello, el primer caso positivo detectado no llegó hasta marzo. Y fue el de un ciudadano francés que había llegado tras pasar por Rusia. Hasta el mes de julio, los casos detectados han sido apenas 243... y todos ellos importados.
Uno de los factores que sin duda ha contribuido al éxito del país está en la experiencia adquirida en anteriores situaciones similares y que le ha permitido trabajar durante diez años para tener preparadas las medidas adecuadas para este tipo de situaciones. Además de las epidemia del SARS en el año 2000, el país sufrió una epidemia en 2009 por el influenzavirus A subtipo H1N1, que acabó causando 1.259 contagiados y 30 muertes.
Y PESE A TODO, CRÍTICAS
Este excelente resultado de las medidas, no ha librado al Gobierno mongol de las críticas, sobre todo de los ciudadanos residentes en el extranjero. El cierre de fronteras impidió el regreso de muchos de ellos, que se vieron inmersos en situaciones complicadas, a lo que se ha unido la lenta repatriación de muchos de ellos. Y a eso se une que, tras entrar en el país, se deben someter a un periodo doble de cuarentena: primero, 21 días en un centro estatal y, después, 14 días en su domicilio.
Las críticas también han llegado desde el interior, sobre todo desde los sectores comerciales. La prohibición de reuniones, la limitación de horarios de bares y restaurantes o el cierre de otros espacios públicos, museos y cines, ha causado un importante quebranto a la economía del país.
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