Carceller, el empresario criado en Catalunya que sedujo a nazis y aliados en favor de Franco
A partir de una treintena de archivos y bibliotecas de España, Gran Bretaña, Estados Unidos y Argentina, Faes le ha seguido el rastro a su biografiado durante tres años, para concluir que Demetrio Carceller Segura no fue “un falangista puro y duro, ni tampoco un fascista”
La historia de Demetrio Carceller Segura, ministro de Industria y Comercio en uno de los primeros Gobiernos de Franco (1940-1945) e impulsor de la industria petrolera en España, es la historia “de un empresario que en un momento dado se implicó en política y luego retomó sus negocios; no fue un político metido a empresario, sino al revés”.
Así lo defiende el historiador Enrique Faes, profesor de la Universidad Complutense, la primera biografía sobre uno de los grandes protagonistas del primer franquismo.
OPORTUNISTA IDEOLÓGICO
Negociador a dos bandas con alemanes y aliados durante la Segunda Guerra Mundial, hasta ahora Carceller carecía de una monografía, explica Faes, “más allá de algunos retratos dispersos en clave política y de un par de aproximaciones más certeras por el lado económico”.
¿Se debía esta ausencia a que Carceller resultaba un personaje incómodo para los historiadores, por su perfil difuso y la inexistencia de un archivo personal que ayudase a retratarlo? “Más que incómodo”, responde su biógrafo, “yo diría que es un personaje sugerente, no tan estudiado como parecía, con una idea propia de cómo debía desplegarse la industria petrolífera española y desde luego relevante a la hora de explicar lo que pasó en España en la primera mitad del siglo XX”.
A partir de una treintena de archivos y bibliotecas de España, Gran Bretaña, Estados Unidos y Argentina, Faes le ha seguido el rastro a su biografiado durante tres años, para concluir que Demetrio Carceller Segura no fue “un falangista puro y duro, ni tampoco un fascista”.
RAÍCES CATALANAS
Se comportó, en su opinión, como un conservador autoritario “que aceptó abrir el paraguas de la autarquía mientras pasaba el chaparrón de la Guerra Mundial, marcó pronto distancias con la revolución nacional-sindicalista que venía a hacer Falange y aceptó el caudillismo de Franco como solución menos mala en ese momento”. Eso en lo político, porque en lo económico el profesor de la Complutense destaca la tendencia de Carceller a “ejercer un tímido liberalismo y a revolucionar el mundo de los negocios con métodos modernos, mucha internacionalización y al frente de un equipo estable de origen catalán, pero muy conectado con la burocracia estatal arraigada en Madrid”.
El propio Carceller encarna ese vínculo. Nacido en una pequeña aldea de Teruel y emigrado junto a su familia a Cataluña, se formó como ingeniero en Terrassa y forjó su carrera como técnico en petróleos en la única refinería que en ese momento funcionaba en España, radicada en Cornellà de Llobregat.
De ahí saltó a subdirector de Campsa, la sociedad creada durante la dictadura de Primo de Rivera para gestionar el recién monopolizado mercado del petróleo en España. Tras un extenso viaje de negocios por Estados Unidos en busca de yacimientos en 1929, que Faes recrea en su libro a partir de las memorias inéditas de otro miembro de la expedición, a Carceller lo fichó Cepsa, la primera petrolera privada española (en 2029 cumplirá cien años). Quería que dirigiera la refinería que la empresa instaló en Tenerife en 1930. Carceller aceptó y, a partir de su labor técnica y ejecutiva en el mundo del petróleo, acabó participando en una docena de empresas industriales. Es hacia la mitad de ese recorrido cuando Demetrio Carceller fue nombrado ministro, y emergieron acusaciones de corrupción que lo vinculaban con un tráfico clandestino de volframio (un mineral muy apreciado por su dureza para la industria militar) hacia Alemania.
ÚTIL PARA EL FRANQUISMO
“Se dijo que participaba en Minas de Santa Comba, una empresa gallega propiedad de otro empresario, Ildefonso González-Fierro”, explica Faes, “pero los servicios de inteligencia aliados informaron a sus Gobiernos, tras una investigación conjunta, de que no habían hallado prueba de esto”.
Otra cosa es, razona el profesor de la Complutense, que Carceller, como ministro de Comercio, estuviera en la cúspide del sistema que decidía hacia dónde, cómo y a qué precio salía el volframio español, y que pactara con los alemanes envíos de ese material después de haber prometido a los aliados que no lo haría. “Actuó por libre, al margen del Ministerio de Exteriores, y tensó la cuerda en una época en que los gobiernos franquistas estuvieron caracterizados por las disputas internas. Eso provocó que los aliados, enojados, dejasen de enviar petróleo a España por un tiempo. Pero Franco mantuvo a Carceller hasta el final de la guerra precisamente por su habilidad para negociar con ambos bandos, y los propios aliados sentenciaron que en todo momento Carceller había buscado logros para España”, resume Enrique Faes.
En Demetrio Carceller (1894-1968). Un empresario en el Gobierno (Galaxia Gutenberg, 2020), Faes explora además cómo el empresario petrolero y ministro franquista lideró “una forma de hacer negocios a la mediterranea, conciliando el control de las empresas en núcleos de confianza con una gran apertura al exterior, con interés preferente en el eje Barcelona-Valencia-Marruecos-Canarias-Estados Unidos y un fuerte anclaje pragmático en Madrid”.
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