Biden: la tarea de un buen perdedor

Joaquín Roy

Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

Lo que para Donald Trump era un insulto, para Joe Biden es un reconocimiento: el nuevo presidente de Estados Unidos es el establishment en estado puro. No se recuerda otro caso similar de haber llegado a la presidencia con mejor preparación. Se ha pasado casi medio siglo "dentro del Beltway". Se trata del sector ocupado por el Distrito de Columbia, que reclama ser reconocido como estado, rodeado por una enorme autopista. Biden sería perfectamente aceptado como guardia de tráfico, sin pasar por el examen.


El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden



Pero al aposentarse en su escritorio del Despacho Oval, apenas abra las carpetas emborronadas por el anterior inquilino de la Casa Blanca, quedará horrorizado. La agenda que le espera es un desafío para el innato ritualismo del perenne senador de Delaware. Pero no tendrá miedo por la tarea.


Cuenta con una paradójica ventaja sobre su predecesor: Biden es un buen perdedor. No se recuerda un caso similar de entusiasmo a apostar por la presidencia, al haber sido rechazado en anteriores intentos de la cruel campaña por la nominación de su partido.


En la agenda interior, Biden debe tratar de aclarar el estado actual de la sempiterna y elusiva identidad de los Estados Unidos. Nunca desde el intento suicida de Huntington al aplicar su tesis del enfrentamiento de civilizaciones en la médula de la identidad norteamericana, nadie había propinado mejor que Trump semejante herida en el alma americana.


Biden deberá corregir la duda de que para ser ciudadano de Estados Unidos sólo se necesita querer serlo. Trump lo puso peligrosamente en duda. Para comprobar este disparate sólo se debe inspeccionar los datos de la inmensa mayoría de los asaltantes a Congreso. Esta impresión se verá replicada también por un retrato global de una mayoría incómoda de los más de 70 millones de votantes de Trump


Estados Unidos, que es una idea, no un país, y menos un country, debe ser resucitado por Biden. Trump actuó como una especie de príncipe maléfico que besó a la bruja durmiente. Biden la volverá al sueño eterno. Optará por rescatar del secuestro la bella princesa que estuvo enmudecida cuatro años.


Mientras atestigua el resto del proceso de impeachment, Biden debe garantizar la seguridad interior con un mensaje equilibrado de dureza ante cualquier violación de la ley. Dejar sin castigo un craso ejemplo de insurrección sería un error fatal.


Para enderezar de una vez para siempre la naturaleza del tejido social, Biden hará bien cumplir su proyecto de facilitar el paso a la residencia legal y la ciudadanía para los millones que se encuentran en un limbo, ya dentro del país. Un problema diferente es cómo tratar con los nuevamente optan por el recurso de marchas desesperadas hacia la frontera.


En cuanto a las perspectivas de las elecciones de 2022, Biden debe liderar su sólido electorado para que el resultado en el Congreso y Senado se consolide y crezca. Dependerá de la percepción de que las nuevas medidas tengan para que no se pierdan las ventajas adquiridas.


En el exterior, dentro de la vuelta veloz al multilateralismo, Biden debe acelerar la recuperación de los funcionarios arrinconados al Departamento de Estado, junto a la urgente sustitución de la multitud de embajadores de nombramiento directo por profesionales. Europa deberá recibir urgente prioridad en este aspecto.


La cara exterior de los Estados Unidos debe enviar un mensaje claro a Putin que el cortejo con Trump se ha acabado y que para Washington la cooperación con la Unión Europea y la consistencia de la OTAN están por encima de veleidades personales. Biden tendrá también acabar con la ambigüedad sobre la relación con el incómodo tándem de monarquías árabes medievales y las conveniencias del actual gobierno de Israel.


En América Latina, Biden procederá con cautela. Si se confirma la nueva ola de regímenes "rosados", impelidos por el tedio de los electorados ante el desastre gubernamental, la criminalidad y la corrupción, Biden hará bien en tratar cada caso individualmente. No se descarta que proceda a endurecer el trato con Venezuela, pero opte por equilibrar la política de Obama hacia Cuba. El endurecimiento de actitud hacia la Habana generalmente refuerza la línea dura de gobierno cubano. El resultado es que los más perjudicados siguen siendo los sufridos ciudadanos cubanos.


Y si Biden no tiene éxito en algunos de estos capítulos de la apretada agenda, como good looser, tomará nota y se aplicará para corregir los defectos para terminar su presidencia y --¿Por qué no? -Optar por una reelección, o al menos entregarle el relevo a Kamala Harris.


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