Plataformas y familiares denuncian el "incumplimiento de protocolos" y el trato "cruel" en residencias
Consideran que las administraciones no están gestionando bien la pandemia en los geriátricos, por eso nos explican qué reclaman y nos muestran ejemplos de la "crueldad" con la que actúan los centros.
Moviment de Residències de Catalunya lleva meses denunciando las deficiencias en los servicios de cuidados para personas mayores y pidiendo responsabilidades por lo sucedido durante la pandemia en estos centros. Cientos de ancianos fallecieron por Covid-19 al no tener los cuidados y la protección que necesitaban y, aunque esto parece estar más controlado ahora –pese a que sigue habiendo residencias con brotes entre personal e internos–, la actuación de estos centros les sigue pareciendo cruel.
Fátima Bouzalim, del Moviment de Residències, pone como ejemplo ante este medio de comunicación la historia de Francisco. “Este hombre puede ver a su mujer –que vive en la residencia Vitalia de Sant Andreu– media hora a la semana” pero eso, a él, le parece demasiado poco.
Por eso Francisco “va cada mañana y cada tarde, todos los días”, hasta la residencia. Pero se ha de conformar con ver a Encarna a través de unos barrotes de hierro; él en la calle y ella sentada en su silla de ruedas al otro lado de la verja. Incluso aunque “por problemas de salud no puede aguantar mucho de pie”.
Este hombre del que nos habla Fátima, además, “está operado del hombro y no puede arrastrar la silla de ruedas” con la que se mueve su mujer. Así pues, no puede sacarla a la calle para por ejemplo “llevarla al parque y sentarse en un banco”.
Fátima no entiende que desde esta residencia “no dejen a Francisco entrar”. Le parece “cruel” que, mientras en otras residencias sí lo hacen, en esta “no le pongan una silla en la entrada para sentarse en el jardín pese a estar los dos vacunados”. A fin de cuentas, el contacto entre los dos es el mismo si se sientan en un banco en la calle o si lo hacen en dos sillas en el jardín del geriátrico. Además, para ella la solución es sencilla: “En el peor de los casos, le pueden poner una mascarilla ffp2 y unos guantes, pero esto que están haciendo no se puede hacer”.
FAMILIARES Y PLATAFORMAS, DESCONTENTOS CON LA ADMINISTRACIÓN
Los padres de Maribel H.C vivirían una situación similar de no ser por ella. La residencia en la que se encuentra su madre permite también visitas de media hora uno o dos días a la semana. Además, pueden sacar a los ancianos a pasear a la calle algo más de rato otros días. Su padre, como también es mayor, no podría hacerlo solo. Pero afortunadamente ella lo acompaña para dar un paseo los tres y que puedan verse.
Maribel dice estar contenta con la residencia –de la que no ha querido revelar el nombre– pero no tanto con las administraciones y sus protocolos. Además, explica a Catalunya Press que su padre lleva dos años y tres meses esperando una plaza para acceder a esta residencia. Él quiere estar con su mujer, vivir con ella. Maribel asegura que es una situación muy dura para ellos porque “piensan que no llegarán a estar juntos”.
Exactamente igual de descontentos con las administraciones están todos los que forman parte de Els Estels Silenciats. Son una plataforma que quiere dar voz a las “personas de la tercera edad que viven en residencias y que merecen vivir la etapa final de su vida con la máxima dignidad, respeto y afectividad de las personas que más los quieren”.
Lola Muñoz, portavoz de Els Estels Silenciats, dice que ahora mismo los casos como los de Francisco son menos frecuentes que al inicio de la pandemia. El caso de Francisco, además, se ve agravado por su situación personal. Tal y como explica Lola Muñoz, actualmente “tan drásticos” ya no son: en la mayoría de residencias permiten las visitas una o dos veces a la semana. Las únicas que están cerradas son aquellas en las que hay alerta roja por brote de Covid, que a inicios de julio eran diez.
Pero esto no evita que desde la plataforma afirmen que tienen mucho “descontento, enfado e impotencia con todo lo que se hace desde las administraciones y direcciones”. La portavoz explica a Catalunya Press que tienen “muchas cosas a criticar y reivindicar” porque no están “de acuerdo en cómo se están tomando las decisiones en todo lo que hace referencia a los protocolos”.
Por ejemplo, relata que “como los ancianos están en su mayoría vacunados se les ha dejado de hacer pcrs”. Y esto hace que cada vez sean más las residencias que tienen que cerrar por brotes. Los trabajadores llegan contagiados desde fuera e infectan a los mayores. Pero dice Lola que, si se les hiciese pcrs periódicamente, podrían prevenir y aislar al infectado y no perjudicarían al resto de ancianos privándolos de ver a sus seres queridos.
@EP
Por esto y por el descontento general que tienen con las administraciones se han lanzado incluso a pedir firmas. Piden que se “garantice el cumplimiento de los protocolos, especialmente en permitir facilitar el contacto afectivo y sin distancias entre residentes y familiares”.
Además, solicitan que se “permitan y se faciliten las visitas y las salidas con los familiares, pues todavía hoy hay muchísimos obstáculos y dificultades en muchas residencias”.
También quieren poder entrar en sus habitaciones y que se “elabore un plan de desescalada paralelo al del resto de ciudadanos”. Lola Muñoz señala que mientras en la calle se recupera de cierta manera la libertad, en los geriátricos sigue habiendo muchísimas restricciones.
Sin ir más lejos, en el grupo de Facebook de Els Estels Silenciats los familiares de los ancianos cuentan cómo está la situación en las residencias de sus padres a mediados de julio. Una usuaria comenta que en la residencia de sus padres solamente se harán visitas en el interior por parte de familiares con pauta completa de vacunación. Otra comenta que en la que está su madre solamente se puede entrar con test de antígeno… pero que no les quedan, por lo que no puede acceder nadie.
Por lo que dicen, pese a que se crean unos protocolos –erróneos e inadecuados para los familiares– tampoco se cumplen. En cada residencia se actúa de una forma distinta, pero la situación en todas ellas queda lejos de lo que los ancianos necesitan.
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