Me gusta la idea "un hombre (una mujer) un voto". Dicen que esto forma parte de la esencia de la democracia. Me gusta esta correspondencia que liga la persona con un acto íntimo, voluntario y supuestamente libre en la democracia. Y si somos capaces de resistir los mensajes subliminales con los que nos bombardean las televisiones y radios públicas o algunas subvencionadas, mejor todavía.
Me gusta la idea "un hombre (una mujer) un voto". Dicen que esto forma parte de la esencia de la democracia. Me gusta esta correspondencia que liga la persona con un acto íntimo, voluntario y supuestamente libre en la democracia. Y si somos capaces de resistir los mensajes subliminales con los que nos bombardean las televisiones y radios públicas o algunas subvencionadas, mejor todavía.
Si, de paso, fuéramos capaces de restar secos ante la lluvia fina que nos quiere empapar de sentimientos, sin que seamos conscientes, la libertad de elegir estaría mejor garantizada. Son muchas las teorías y los discursos que vamos escuchando estos últimos tiempos. Se han hecho para todos los gustos y colores. Encima de la mesa se puede encontrar desde especulaciones de cómo tendría que ser un hipotético ejército catalán, hasta propuestas de doble nacionalidad. No lo critico.
En estos tiempos que nos ha tocado vivir, la política ficción ha ocupado un espacio para la evasión que en otros momentos históricos asumieron las novelas rosas por fascículos o las aventuras de 'El Coyote'. Hay gente entre los que nos gobiernan que tanto le da enredar al personal haciéndolo soñar imposibles a pesar de saber, fehacientemente, que fabrican quimeras inalcanzables. Pero, entre estos personajes hay de todo. Algunos intentan recubrir con un barniz intelectual sus discursos.
Ya hace tiempo que escuchamos decir a Ferran Mascarell -antiguo consejero del tripartito de izquierdas y actual consejero del bipartido de derechas con muletas republicanas- que para defender la lengua catalana son del todo imprescindibles estructuras de estado. Este ilustro político andante parece haber olvidado que el catalán, como lengua, ha sobrevivido algunas centurias sin estructuras de estado, y ha resistido mejor que nadie todos los intentos de aniquilación que empleó el franquismo.
Esta obsesión del consejero (de todos los gobiernos catalanes que se hacen y se deshacen) parece haber encontrado inspiración en el viejo pensamiento marxista althuseriano para, acto seguido, decirnos que "los estados no son otra cosa que herramientas al instrumento de la gente, herramientas al servicio de la nación".
Uf! Mascarell no sólo puede pasar de consejero de izquierdas a consejero de derechas sino que también ha olvidado el papel que la teoría marxista confiere en el estado como herramienta de dominación de una clase sobre otra. Parece ser que donde antes decía 'clase' Mascarell ahora pone 'nación'; y donde había 'dominación' ahora ve 'servicio'... Pero todo esto sería motivo para otra cuestión.
Permitidme, para acabar, una 'boutade'. Según la teoría de Mascarell, a cada lengua -para poder ser defendida como es debido- le correspondería un estado nacional. Vamos preparándonos, el número de idiomas generalmente aceptados está cuantificado en torno a los 6.900. Si a cada uno, según las tesis de Mascarell, le corresponde una estructura de estado para no desaparecer, la carrera diplomática de miles de ciudadanos del mundo está garantizada.
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