La adolescencia suele ser la etapa de rebeldía de los humanos. Es esa época en que los hijos se rebelan contra las decisiones de los padres y llevan la contraria por sistema. Es la manera de reafirmar su “personalidad” y su criterio.
Pero el resto de la vida, las personas no suelen ser permisivas ni mucho menos contemplativas --aunque hay de todo como en botica--. Por eso cuando las instituciones, organismos o el poder en su sentido más amplio quiere imponer sus criterios siempre suele producirse una reacción contraria. No deberían olvidarse que el adoctrinamiento ya funciona menos.
A TV3, que debería ser de todos los ciudadanos y no solo de una parte --porque la pagamos todos con nuestros impuestos, que no son pocos--, se le ha ido demasiado la mano en el adoctrinamiento del independentismo, por orden de los gobernantes del régimen y consentimiento de los propios profesionales que están bajo las ordenes de los comisarios políticos, que no periodistas, de los partidos que los han puesto.
Lo que se constata es que tanto insistir en el monotema independentista --utilizando cualquier excusa para ello-- ha producido una reacción contraria, y TV3 ha bajado en picado, dejando de ostentar el primer lugar de las audiencias en Catalunya, que ahora es ocupada por Tele 5 y Cuatro.
Pero esta situación de pérdida de audiencia, no solo se ha producido en TV3, sino también en las televisiones privadas en catalán, como 8TV, la cadena del Conde de Godó que juega a los dos bandos.
La Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA) y los partidos políticos deben realizar una seria autocrítica para cambiar la deriva que ha tomado la televisión catalana, pues el precio que se paga es muy alto. TV3 debe volver a la pluralidad de ideas, de informaciones y de criterios. No es propiedad de unos pocos, sino de la ciudadanía, a la que no hay que enseñar a pensar como uno mismo quiere, sino que piense por sí misma. Lo otro es pura propaganda que a la corta produce la reacción contraria.
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