Por fin, después de tanto impasse político, sus señorías se han puesto a trabajar con muchos temas que merecen ser tratados. La ciudadanía necesita que se tomen medidas en muchos asuntos. Es la gran oportunidad de cambiar leyes poco afortunadas dado que la mayoría, en esta ocasión, no la tiene el partido que gobierna sino la oposición. Se han terminado el tiempo de los rodillos que, con el derecho que les daba la mayoría absoluta a los gobiernos, no dejaban títere con cabeza, abandonando en la más absoluta soledad e impotencia al resto de los partidos representando en las dos cámaras.
La lista de leyes a modificar son unas cuantas, todas ellas muy importantes sin lugar a dudas. Pero, hay una que tiene a una parte muy importante de la ciudadanía en vilo: las pensiones. Día sí y otro también, las noticias que llegan sobre la viabilidad de las mismas traen de cabeza a los millones de jubilados de este país. No es para menos.
Personas que se han dejado la mayor parte de sus vidas en el trabajo, sin apenas tiempo para disfrutar de otras cosas, resulta que cuando creían que ya había llegado la hora de tener tranquilidad y disponibilidad para poder hacer aquellas actividades que durante tanto tiempo el trabajo se las había impedido, viene el gobierno de turno y les envía mensajes para meterles el miedo en el cuerpo -debe ser para ver si del disgusto se mueren- y les insinúa recortes en el futuro. Cuando ellos se han pasado muchos años cotizando para percibir una pensión digna que les permita vivir con tranquilidad los años que les queda.
Decía Gerald Brenan que "la vejez nos arrebata lo que hemos heredado y nos da lo que hemos merecido". Es lo que debería ser, pero, en muchas ocasiones, la cruda realidad hace que esta afirmación sea un verdadero espejismo.
Los políticos que gobiernan, los que están en el Congreso de los Diputados o en el Senado, tienen la gran ocasión de debatir el presente y el futuro de las pensiones, que son el sustento de vida de millones de jubilados a los que nadie les ha regalado nada. Es el retorno del dinero que durante tantos años han prestado al Gobierno para que después, en forma de pensiones, se les sea devuelto para vivir con dignidad.
No es un regalo que se pueda recortar cuando se quiera. Las pensiones no son chicles, ni los pensionistas niños. El fondo de pensiones no debería utilizarse para otras cosas que no sea aquello para lo que fue creado.
Señorías, pónganse la pilas, estrújense las meninges y encuentren soluciones. Los recortes no debe sufrirlos nadie y, menos, las personas que tanto y en qué condiciones han trabajado por este país.
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