Roberto G. Alonso reivindica la Barcelona transformista en “Jo, travesti” (Villarroel)
Un espectáculo sobre texto de Josep María Miró en el que se evoca la magia de la transformación con humor, ironía y respeto
Barcelona ha sido siempre un oasis de tolerancia con barrios en los que se respiraba libertad creativa, particularmente en aquel legendario Distrito V que inspiró a Francisco Madrid su novela “Sangre en Atarazanas” y que al ayuntamiento de la transición despojó su nombre de la toponimia urbana. Si antes de la guerra lucieron rutilantes las luminarias de La Criolla y del Wu Ling Chang y triunfó Edmon de Bries, finalizado el conflicto y aun a pesar de la censura, la ciudad contó con locales como Barcelona de noche, Gambrinus, El Molino, Copacabana o Cádiz y muchos otros en los que se ejercía el, entonces considerado por muchos nefando, género del transformismo con el que cimentaron su fama Mademoiselle Josephine, Madame Arthur, Violeta de Bacarrá -también conocida como Violeta la Burra, Pavlovsky o Mirko, el último descendiente de los llamado eufemísticamente “imitadores de estrellas” (a quien todavía tuve tiempo de entrevistar) Porque travestirse en Barcelona no ha sido nunca un pecado, sino un arte que se practicaba impunemente en los carnavales de algunos pueblos (¡aquel Canaval de Sitges, cuando los que disfrazaban y travestían no eran gentes foráneas, sino los mismos socios del Prado y del Retiro) Un ambiente que el signo de los tiempos ha cambiado en sentido positivo, porque la identidad sexual ha dejado de ser en la percepción social algo inamovible y hoy constituye un espacio en el que las personas pueden manifestarse con entera libertad y (casi) sin escándalo.
Sirva este proemio para introducir al lector en la presentación en La Villarroel del espectáculo “Jo, travesti” en el que Roberto G. Alonso interpreta, en compañía del músico y actor Jordi Cornudella, un recorrido de cerca de dos horas por el universo de la transformación, desarrollando un texto de Josep María Miró pletórico de imaginación, sensibilidad, cariño, ironía y humor, mucho humor. Miró recuerdan locales, artistas y personajes populares, todo ello ensamblado con canciones picarescas -de “La chica del 17” a “Jo vull ser miss”- y adobado con infinitos guiños sobre personajes actuales, desde profesionales del espectáculo al mismísimo alcalde Collboni.
Roberto G., al que enorgullece “ser de Tarragona, pero nacido en Ponferrada”, da vida a este texto calificado de “auto ficción” porque, en efecto, junto a elementos imaginativos hay innumerables referencias personales. Y lo hace desplegando todas sus capacidades, que no son pocas habida cuenta se trata de un artista con sólida formación coreográfica y escénica y una larga y exitosa experiencia profesional. Se mueve con dominio absoluto del espacio escénico y “dice”, canta, baila y, claro está, se transforma una y otra vez sin dejar de recordar que es toda una mujer en escena sin dejar por ello de ser un hombre.
Tal es el arte- sí, el arte- de la transformación, que ha conseguido rescatar su esencia, antaño monopolizada por gentes valerosas y creativas, pero en su mayoría procedentes de la marginación, a la categoría de género respetable y digno de ser representado por graduados universitarios y de estar presente con toda dignidad en una sala como la Villarroel.
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