Daniel Sancho quedó en Tailandia con Edwin Arrieta “para matarlo y quitárselo de en medio”

El reportero Joaquín Campos disecciona en “Muerte en Tailandia” el asesinato del médico colombiano: no sólo como se cometió y desarrolló el juicio posterior y los intentos de manipulación habidos, sino también sus orígenes y causas

|
Libros.Muerte en Tailandia

 

El cruel asesinato del médico colombiano Edwin Arrieta en la isla tailandesa de Koh Phangan el 2 de agosto de 2023 por su amante español Daniel Sancho ha sido noticia que ha venido ocupando a los medios de comunicación de forma abrumadora desde entonces y que no ha carecido de intentos de interesadas distorsiones. El reportero Joaquín Campos, que lleva viviendo en Asia desde hace casi veinte años, ha podido investigar el caso en profundidad y de situarlo adecuadamente en el contexto geográfico en que ocurrió -porque además conoció previamente otros dos casos, en cierta medida análogos, que protagonizaron españoles: Artur Segarra y David Bernat. Con todos esto mimbres ha escrito “Muerte en Tailandia”, un relato completo y bien documentado de aquel trágico suceso, pero también de sus antecedentes y consecuencias.

Todo empezó en 2018 cuando se conocieron en Madrid dos personajes. Por una parte, Edwin Arrieta, médico colombiano de orígenes modestos que había logrado alcanzar notable prestigio profesional como especialista en cirugía estética y gracias a ello una excelente situación económica que utilizaba no solo en disfrute propio, sino además en ayudar generosamente a su familia y a la iglesia. Por otra, Daniel Sancho, nieto de Sancho Gracia y de Rodolfo Sancho, joven apuesto, pero sin oficio, ni beneficio, frustrado tenista profesional, de carácter violento, amante de la buena vida y de “constitución evidentemente bisexual”, aunque férreamente mantenida en secreto. Quiso el azar que entre ambos surgiera una “relación que acabó siendo amorosa, además de empresarial” puesto que la excusa esgrimida para ocultar aquel primer aspecto fue el proyecto de instalación de un restaurante. Y durante cuatro años todo fue sobre ruedas. Daniel “fue feliz esquilmando a su cliente, que le invitaba a menudo pero que siempre acababa marchándose”. Pero cuando éste decidió mudarse a España, Daniel “comenzó a urdir su plan” porque “no estaba enamorado de Edwin, ni iba a hacerse pareja de hecho”.

Acordaron un encuentro teóricamente para sellar su compromiso sentimental, que debía haber tenido lugar en Ibiza pero que el joven consiguió desplazar a la lejana Tailandia. “Lo había citado allí engañándolo para cristalizar su relación” pero “la razón esencial… era para matarlo y quitárselo de en medio. Ya no le interesaba”. De este modo, evitaba tener que salir del armario, trasladarse con Edwin a Barcelona -su novio colombiano pretendía alejarlo de las malas compañías de Madrid-, retomar la relación con su ex novia y no tener que justificar el “pastizal” de dinero que le había ido entregando (se habla de una remesa de 1.35 millones de euros) Así fue, y una vez juntos en la citada isla paradisíaca no solo le asesinó, sino que tuvo el valor de descuartizar su cadáver para deshacerse de él con mayor facilidad. “Está claro -dice el autor- que Daniel lo planificó todo con esmero y sin dejar prácticamente nada a la improvisación”. Aunque cometiera no pocos errores, todo hay que decirlo.

Campos parte de la base de que Sancho firmó su condena desde el mismo momento de su detención cuando reconoció a la policía el doble delito (asesinato y descuartizamiento), aunque esta confesión sí le para valió atenuar la pena, que pudo ser de muerte y quedó en cadena perpetua. Pero critica acerbamente la “catastrófica defensa dirigida desde Madrid por García Montes” quien, con ayuda de sus epígonos Balfagón y Chippirrás, intentó transformar lo ocurrido en un homicidio accidental no premeditado y provocado por un intento de agresión sexual del occiso. Añade a ello la manipulación informativa del caso -con complicidades periodísticas- y la responsabilidad de personas muy concretas como el propio padre de Daniel, Rodolfo Sancho, al que atribuye haberse lucrado por sus declaraciones y apariciones televisivas, pero en cambio elogia el silencioso sufrimiento de la madre, Silvia Bronchalo. A su vez lamenta la obsesión de la hermana del doctor por ocultar la condición gay de su hermano. Y, en fin, reprocha el menosprecio de la justicia y la abogacía tailandesa e incluso ciertos presuntos intentos de soborno.

Un crimen que se ha convertido casi en un clásico de la crónica negra y que ha supuesto la pérdida cruel de una vida y un futuro nada halagüeño en las cárceles tailandesas al asesino, al que adjetiva de “descuartizador de tomo y lomo”. 


 

Sin comentarios

Escribe tu comentario




He leído y acepto la política de privacidad

No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
AHORA EN LA PORTADA
ECONOMÍA