Políticos notorios y mindundis

Luís Moreno

Han pasado años, lustros y decenios, pero algunos políticos de la Transición de 1978 no renuncian a mantener un alto de nivel de notoriedad pública. Quizá no entienden que su pretérito protagonismo ya no cuenta en las presentes circunstancias o, simplemente, que su arroz se ha pasado. Sea en los medios de comunicación tradicional o en las denominadas nuevas redes sociales, pretenden mantener una presencia como la que tuvieron en un pasado lejano hace 30-40 años. La propia presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, habla en términos elogiosos de su antecesor en el cargo, el ex socialista Joaquín Leguina, “por su preparación y formación, que le acreditan a ejercer un gran papel en cualquier sitio", incluido un algo cargo de responsabilidad en su propio gobierno.

 

Por improbable que pudiera parecer, lo polos ideológicos a veces se atraen como en el amor, según adagio popular. Leguina ha sido expulsado del PSOE por sus notorias carantoñas hacía Díaz Ayuso, alguien que afirma sin despeinarse que “vamos camino de una dictadura”. Quizá no sepa que fue el propio Leguina quien facilitó la expulsión de Alonso Puerta, responsable durante la Transición de la Federación Socialista Madrileña (FSM), así como de otros dirigentes después de ser elegido secretario general de la FSM con una candidatura minoritaria y facilitada por la inesperada ayuda de los votos de otros congresistas, paradójicamente autodenominados ‘críticos’ de izquierda. Resulta que la victoria de Leguina en el congreso de 1979 por un puñado de votos se tradujo en un período de ‘estabilidad’ en la siempre convulsa FSM. Durante su mandato en la FSM, las prácticas de cooptación en comités de muy diversa factura, pero preferentemente en la inclusión en las listas electorales cerradas que rigen en nuestro sistema político y que garantizan ‘a piñón fijo’ el acceso a concejalías o a los apetecidos escaños parlamentarios, se generalizaron. 

 

Naturalmente Leguina no debió implicarse directamente en las tareas de abrevadero del reparto institucional para sus valedores en las agrupaciones socialistas de la FSM. Adláteres más fogueados en el trueque de voluntades, y en la corrupción de voluntades, debieron encargarse de facilitar la ‘paz’ en la FSM durante sus 12 años como secretario general, período de la mayor cosecha de poltronas institucionales del PSOE en toda España y, aunque les resulte extraño a los lectores, en la Comunidad de Madrid. Después cundieron las ambiciones de distintos grupos de la FSM, no por motivos estrictamente ideológicos o programáticos, sino para disponer de la llave a los nombramientos en las candidaturas electorales. Algunos de esos políticos mindundis tuvieron mucha relevancia desde sus secretarías de organización para promocionar nuevos grupos de renovación rutilante, la mayoría de los cuales resultaron ser fiascos con el único objetivo de ganar poder en la estructura interna partidaria, pero incapaces para remontar electoralmente lo que ha sido desde entonces una caída electoral en picado del PSOE en Madrid. 

 

Destacados organizadores de la FSM se pasaron calentando sus sillones de diputados en la Carrera de San Jerónimo durante décadas, manteniendo una actividad parlamentaria prácticamente nula, lo que alimentaba la creencia de que lo importante era ganar las votaciones internas del partido más allá de promover propuestas de nuevas políticas públicas o avances de derechos civiles, pongamos por caso. Los más mindundis sí han practicado un ‘derecho al olvido’ de sus actuaciones durante un período clave de nuestra historia reciente. Posteriormente, y pese a su deseo de no ser recordados se vieron incluso involucrados en corruptelas como la de las tarjetas black de Cajamadrid.

 

A veces es descorazonador observar cómo nuestros jóvenes académicos e investigadores se ocupan preferentemente con tareas exclusivamente cuantitativistas en la explicación de la vida social y del comportamiento de los políticos. Parece que lo único importante es disponer de un chi cuadrado sólido que sirva para someter a prueba hipótesis referidas a distribuciones de frecuencias en estadística. Un reduccionismo explicativo tan dominante en las ciencias sociales norteamericanas deja poco espacio a la reveladora incorporación en el examen de la realidad del factor humano en las decisiones de políticos, bien sean notorios o mindundis. Sin saber interpretar plausiblemente el sentido de las conductas en las decisiones ‘irregulares’ de los dirigentes partidarios, resulta difícil entender lo que parece incomprensible o fácilmente aceptable. 

 

El denominado Tamayazo es un caso ilustrativo. Resulta que en la votación celebrada el 30 de junio de 2003 en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, los diputados autonómicos electos, Eduardo Tamayo Barrena y María Teresa Sáez Laguna impidieron con su abstención en la segunda votación de investidura la elección de su compañero socialista Rafael Simancas como nuevo presidente madrileño. Este supuesto caso de transfuguismo acabaría obligando a repetir las elecciones en octubre de ese mismo año, tras las cuales Esperanza Aguirre (PP) se convirtió en nueva presidenta regional. Desde entonces la política madrileña ha estado dominada electoralmente por el Partido Popular.

 

Siempre se ha insistido que el Tamayazo fue resultado de una operación de la cual los dos diputados socialistas habrían recibido dinero de una trama inmobiliaria y urbanística con el objetivo de beneficiar al PP. Tales acusaciones nunca se han sustanciado. Conociendo la historia de la FSM durante la Transición resultan más creíbles las declaraciones en octubre de 2018, en las que Tamayo afirmó en una entrevista a Telemadrid que se ausentó de la votación por desavenencias con la cúpula del PSOE de Madrid y del PSOE estatal. Salvo algún estudio monográfico sobre este asunto, poco se ha investigado para desvelar las ambiciones de José Luis Balbás y su grupo de ’renovadores de la base’ en la articulación de un suceso del que ahora a buen seguro se regocijan Díaz Ayuso y Leguina.

 

Buenas fiestas navideñas. Si tienen tiempo y ganas les recomiendo alguna lectura sobre la virtud republicana. Cicerón y Maurizio Viroli son los primeros nombres que me vienen a la mente.

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