En la cuestión de la amnistía, la estrategia del PP es inapelable. Se trata de ir a degüello. Todo vale contra el felón Sànchez y su gobierno ilegítimo. Hay que generar una atmósfera de máxima tensión, utilizar altavoces mediáticos y resortes en los aparatos del Estado, sembrar ira en la opinión pública, coagular miedos, agravios y descontentos… Deshumanización del adversario, convertido en enemigo mortal. No hay matices. El Bien contra el Mal. Es la anti política, desestabilizadora de la democracia, consagrada por Trump y toda una oleada de líderes nacional-populistas.
Feijoo se ha abonado a la radicalidad, compitiendo con Ayuso y Abascal en una auténtica subasta de improperios, a un paso de la justificación – o de la incitación a la violencia. Hasta el presidente del PP europeo se apunta al griterío – ¿Quién le habrá dado vela en este entierro? -, afirmando que la amnistía pondría en peligro los fondos destinados a España. ¡Nada menos! Sin duda estamos ante la expresión nacional de una poderosa tendencia mundial que brota de la crisis de la globalización y de la emergencia de un capitalismo desbocado que tantea, a través del fenómeno populista, vaciar las democracias de sustancia liberal y convertirlas en un cascarón electivo que abrigue liderazgos autoritarios. Para ello, las emociones, en ebullición, deben anular la razón política. En eso estamos. Porque es el PP – y no la amnistía – quien tensiona España, atizando viejos prejuicios. Vuelve la guerra de la demoscopia para lograr que la gente crea que está mayoritariamente sulfurada contra el gobierno. Nadie ha propuesto un mejor plan que la amnistía. Pero el objetivo es que la ciudadanía, aturdida, se pronuncie – y llegado el momento, vote – a favor del conflicto y el desorden. Que ya vendrán el PP y Vox a imponer sus políticas regresivas y a repartir leña si hace falta. Es del todo imposible predecir hasta dónde irán las cosas. Aunque aquí no ha llegado la sangre al río, hay en esa estrategia de desborde – las huestes de Trump, recordémoslo, asaltaron el Capitolio – un inconfundible tufillo protofascista.
En tales circunstancias, llaman la atención algunos reproches dirigidos al PSOE desde grandes cabeceras: “Es que los políticos – todos por igual? – se insultan y embarran las instituciones… Y, claro, la calle se enfada”. Pero “no todos son iguales”. Ni la derecha ha iniciado un caballeroso duelo con florete. Estamos en otro registro. Y si bien la izquierda no debería caer en provocaciones, tampoco puede perder de vista lo mucho que hay en juego: la convivencia entre los pueblos de España, las posibilidades de nuevos avances sociales… Y el propio semblante de la democracia.
En primer lugar, debe haber amnistía porque ahora puede haberla. El “procés” ha evidenciado su viaje a ninguna parte. Chocó con el Estado y fracturó a la sociedad catalana, cuyas dos mitades deben reencontrarse para no seguir malogrando oportunidades. El fenómeno populista catalán acabó en fracaso. Habrá aspavientos y sobresaltos. Pero es hora de restañar heridas, siguiendo la senda emprendida con los indultos. ¿Qué hay amnistía porque era necesario componer una mayoría para la investidura? ¿Y qué? Eso es circunstancial, no altera el fondo de la cuestión. Si no se hubiesen requerido los votos de Puigdemont, el camino, a seguir quizá menos abrupto, no podía tener otro destino. Porque la amnistía abre un postergado debate territorial, con posibilidades de avanzar hacia un horizonte federal, provechoso para todas las comunidades. No habrá independencias, ni probablemente otro tipo de consultas que no sean para ratificar reconocimientos simbólicos – y no por ello menos importantes – y acuerdos razonables y trabajados. Eso sería un cambio histórico, algo colosal para España y para Europa.
Desde la moción de censura contra Rajoy hasta su intervención en el conflicto Israel-Palestina, pasando por la formación de un gobierno de coalición y la gestión de los impactos de guerras y pandemia, Pedro Sànchez ha demostrado ser un dirigente audaz y resuelto en los momentos críticos. Ahora lo prueba una vez más. No, no se trata de idealizar ningún liderazgo. Sànchez es hijo de su época, sin duda más avezado en el regate corto, en la táctica, que en los debates y visiones estratégicas. Pero sus enérgicas decisiones están haciendo historia.
No sé si, junto al “Manual de Resistencia”, hay en las estanterías de Pedro Sànchez algún libro de Trotsky. Cuando la República española se desangraba ante el fascismo y la guerra era ya inminente, el viejo revolucionario atisbaba un renacer del socialismo en Europa y la rebelión de las colonias tras el cataclismo mundial. ¿Venceremos? La única respuesta es: ¿qué debemos hacer para vencer?”. ¿Cómo ganar en la opinión la batalla de la amnistía? Audacia y verdad. No hay otro camino. Hay un líder dispuesto a recorrerlo. Debemos acompañarle. Hay muchos comentaristas de los acontecimientos, pero poca gente resuelta a hacer bascular la historia en el momento preciso. Es hora de tomar partido.
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